Amar y enseñar a amar

 

El celibato sacerdotal fue objeto de estudio en unas intensas jornadas celebradas en Roma, entre los días 5 y 8 de febrero del 2018, en las aulas de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, a la que asistieron además de profesores, teólogos y especialistas, algunos rectores y formadores de diversos seminarios del mundo; en total más de un centenar de personas. Las actas de aquella interesante reunión, han sido preparadas, actualizadas, completadas y coordinadas para su edición, por el entonces secretario del Centro de Formación sacerdotal y, asimismo, profesor de bioética de dicha Universidad Pontificia, Francisco Javier Insa Gómez.

El trabajo resultante del congreso, que ahora presentamos, se articulará en tres grandes bloques temáticos (el coordinar los denomina como: filosófico-teológico; psicológico y existencial) lo que facilitará, sin duda, la lectura, estudio y sosegada meditación posterior de los temas debatidos en aquella intensa y breve reunión y donde las ponencias originales fueron, posteriormente, enriquecidas por los ponentes, para dar respuesta cumplida a las preguntas que se suscitaron en los interesantes intercambios de pareceres.

Indudablemente, lo que más sorprende gratamente de este trabajo en su conjunto, es la visión positiva, esperanzada y alegre de todos los ponentes, a la hora de abordar los retos en la formación de los candidatos al sacerdocio, es decir, es gratificante comprobar cómo plantearon con gran vigor este gran don de Dios para la Iglesia Católica que es el celibato sacerdotal. Como dice el coordinador, al hablar de formar sacerdotes con alma: “el amor como origen y como meta de todas sus actuaciones” (15).

Precisamente, citando el documento clave de la Congregación para el clero sobre el don de la vocación presbiteral del 8 de diciembre de 2016 afirmará el profesor Insa: “La visión del celibato que emerge de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis es eminentemente positiva: se ve no como una carga o tributo que se ha de pagar, sino como un don de sí mismo que el sacerdote hace a Dios y sobre todo como un don que recibe de El y que permite amar a Cristo con un corazón indiviso, dedicarse más libremente al servicio de Dios y a los hombres y hacerse más aptos para aceptar en Cristo una paternidad más amplia” (18).

Enseguida, añadirá unas palabras que serán el segundo eje de estas actas; la palabra es formación de los seminaristas en la afectividad integrada, con la gracia de Dios: “solo quien tenga una afectividad bien integrada, es decir, quien viva con naturalidad y de acuerdo con la moral cristiana su condición de varón con todo lo que implica (atracción por el sexo femenino, curiosidad, pasiones que en ocasiones se despiertan con más fuerza, etc.) estará en condiciones de asumir los compromisos del celibato. Dicho con otras palabras: quien ha alcanzado el domino de sí mismo, sin dejarse arrastrar por las pasiones, puede entregar a Dios el ejercicio de su sexualidad, mientras que difícilmente podrá hacer donación total quien no ha conseguido ese señorío” (19).

José Carlos Martin de la Hoz

Francisco Javier Insa Gómez, Amar y enseñar a amar. La formación de la afectividad en los candidatos al sacerdocio, ediciones Palabra, Madrid 2019, 254 pp.