Amor a la Iglesia

 

Salvador Pie-Ninot (Barcelona 1941), catedrático de la Facultad de teología de Barcelona y experto en Eclesiología,  tiene la habilidad de divulgar. Pocos saben hacerlo como él, pues conjugar el rigor teológico con la accesibilidad y la sencillez de un maestro no es tarea fácil.

En una sencilla obra sobre el ser de la Iglesia, a la que deseamos invitar al lector a volver, logra devolver el amor a la Iglesia a muchos desencantados que afirman con frivolidad que creen en Dios pero no en la Iglesia.

Este es un viejo aforismo que regresa periódicamente a nuestra cultura cristiana. Efectivamente, la falta de profundidad en la fe, una escasa formación cristiana y una vida de oración superficial, puede llevar al cristiano a tan peregrina afirmación. Ya decía san Cipriano en el siglo III que ningún cristiano puede tener a Dios por padre, si no tiene a la Iglesia por madre.

En la introducción ya se marca el objetivo de su trabajo: "más que 'creer en la Iglesia' el cristiano cree 'eclesialmente' en el centro de la fe que es Jesús de Nazaret que se nos manifiesta el amor de Dios Padre y continúa presente hoy entre nosotros a través de su Espíritu" (10).

Seguidamente realiza un breve recorrido histórico que enmarca bien la situación actual:¿ "En el primer milenio eclesial lo dominante fue una eclesiología sacramental de comunión entre las iglesias diocesanas con sus obispos, bajo la presidencia de la Iglesia de Roma. En cambio, el segundo milenio, a partir de la ruptura con las iglesias orientales de la Ortodoxia en el año 1054,mes arrolla una eclesiología más unitaria y universal con una visión de la Iglesia como un solo cuerpo a la cual tendió progresivamente la concepción del papado como su pastor supremo" (11).

Inmediatamente nos recuerda la propuesta del Vaticano II, el gran concilio de la eclesiología, verdaderamente innovadora pues une la comunión eclesial y la visión jerárquica: "he aquí el desafío presente más fascinante, y a su vez no siempre fácil, de nuestra Iglesia en su recepción y comprensión del Vaticano II" (12).

Para nuestro autor es claro que en el credo de los Apóstoles, articulado sobre el triple creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, se introduce la Iglesia "como el modo, el contexto y el lugar desde donde se cree en Dios, gracias al impulso que da el mismo Espíritu. La Iglesia, pues no forma parte del centro de la fe, ni es su término, sino que es el lugar y contexto propio de la fe, cual comunidad sacramental que es, y así manifiesta la comunitario dad característica y necesaria de la profesión de fe cristiana como expresión del creer en Dios eclesialmente" (14).

En el Vaticano II se vuelve a los planteamientos de san Cipriano de la Iglesia como Sacramento universal de salvación: "este descentramiento de la misma Iglesia ya que manifestará que su centro no es ella misma sino Jesucristo, de la cual es signo como su memoria y su presencia hoy y aquí. Por eso la Iglesia se puede describir como un sacramento, es decir, como un signo e instrumento actualizador de la memoria y de la presencia de Jesucristo hoy en el mundo, mediante la Palabra de Dios y los Sacramentos, vividos en el testimonio de los cristianos" (16).

La historia de los primeros pasos de Jesús en la tierra muestra el anuncio de un reino de Dios cercano: un padre amoroso, un nuevo modo de tratar a Dios cercano y una relación novedosa entre nosotros, fraterna y misericordiosa. Filiación divina y fraternidad.

El término Ecclesia significaba la nueva llamada a la comunión con Dios y también la congregación de los fieles convocados "aparece clara la voluntad de Jesús que al predicar el Reino de Dios concibe un pueblo propio que sea su signo y portavoz para los historia de la humanidad, aunque su formulación mas manifiesta no aparezca hasta la etapa posterior a Pentecostés con una eclesiología explicara en continuidad con la eclesiología implícita presente en la intención propia de Jesús de Nazaret de constituir la Iglesia" (22).

Desde el Sínodo de los obispos de 1985 se impuso progresivamente el término "eclesiología de comunión" que "apunta a la comunión con Dios por la Palabra y los Sacramentos, que comporta la comunión de los cristianos entre si y la relación fraternal entre las iglesias locales y la Iglesia de Roma. Tal Concepción se enraíza en la llamada "eclesiología eucarística" - es decir, que tiene a la Eucaristía como centro de la Iglesia local- tan presente en la Iglesia antigua y aun hoy en las Iglesias de Oriente no católicas, llamadas ortodoxas" (23).

El último capítulo acerca de la credibilidad de la Iglesia. La conjunción de los elementos divinos y humanos explica que  "La realidad misteriosa de la Iglesia como todo misterio no puede ser captado con una mirada directa y simple, sino compleja y articulada" (66).

Testimonio: "el testimonio puede convertirse en signo eclesial de credibilidad. En efecto, la categoría testimonio además de tipificar la vida cristiana y eclesial por excelencia, indica tanto el testimonio 'cotidiano' propio de la vida de cada día, como el testimonio 'jurídico' practicado en los tribunales de justicia, pero tiene su eje central en el testimonio personal 'ético-antropológico' que pone de relieve la implicación y compromiso 'ético' del testigo en aquello que atestigua. En definitiva, se trata del 'buen' testigo, ético  y veraz, del que uno se puede fiar, siendo ésta la peculiaridad cristiana y eclesial del verdadero testimonio" (68).

 

Jose Carlos Martin de la Hoz.

Salvador Pié-Ninot, Que es la Iglesia, ed. Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2008, 75 pp.