Está de moda “Feria” de Ana Iris Simón, así que lo he leído. A veces es inútil quedarte al margen, cuando te llega por aquí o por allá ¿no has leído “Feria”? Solo puedo decir que me alegro de haberlo leído y no queda más remedio que decir que es único, como la Mancha. Ana Iris es de Campo de Criptana, pero de punta a cabo, sin disimulo ninguno.

El libro de Ana Iris, donde ella es relatora y protagonista, nos muestra una familia y un pueblo, y también una región. Lo vive. Quizá lo más enternecedor es la manifestación de una vida totalmente familiar. Quizá es el factor determinante para el éxito de este libro: encontrar algo que ya no se ve demasiado. La gran familia, de abuelos, abuelas, tíos y “titas”, y primos, todo ello envuelto en un habla propia.

Y al leerlo descubro que se palpa el amor, de un modo emocionante. “Una tarde, volviendo del Carrefour con una bolsa de plástico en una mano, porque siempre se me olvida llevar las de tela, y las llaves en la otra, entendí, pensando en París, que lo del día que conocí a mi hermano era el amor. Que esa admiración, ese no entender mucho y ese no atinar a explicarse por qué uno quiere si “no conoce” era enamorarse: asumir que el amor preexiste” (p. 169). Este descubrimiento tierno y auténtico del amor me hizo pensar en lo difícil que es encontrar este sentimiento entre la gente.

Si hay algo molesto en nuestro ambiente es la confusión habitual entre tanta gente que usa la expresión “hacer el amor”, cuando en realidad no tienen la mínima idea de qué es el amor. Me parece una de las frases más desafortunadas, que más pervierten el idioma. Porque cuando se habla de hacer el amor, realmente lo que sabemos es que están manifestando el egoísmo. No que hagan el egoísmo, porque ni el amor ni el egoísmo pueden hacerse. El amor o el egoísmo se manifiestan, se descubren o no, crecen o desaparecen, pero nunca se hacen.

Ana Iris cuenta: “Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad. Cuando lo digo en alto siempre hay quién pone cara de extrañeza y me responde cosas como que a mi edad mis padres habían viajado de la mitad que yo porque a ellos envidia ninguna, que tienen que hacer muchas cosas “antes de asentarse”. Que ahora somos más libres y que nuestros padres no pudieron estudiar dos carreras y un máster en inglés ni se pegaron un año comiendo Doritos y copulando desordenadamente en Bruselas gracias a eso que llaman Erasmus y que no es sino una estrategia de unión dinástica del siglo XXI, una subvención para que las clases medias europeas se crucen entre ellas” (p. 19).

Esa es la expresión que debería usarse, no están haciendo el amor, están copulando desordenadamente. También se usan otras palabras, una que empieza por f, que suena muy mal, pero admitida en la RAE. Pero esto me parece importante para no tergiversar las cosas. Hoy en día los jóvenes no hablan ya de novios, se habla de pareja, porque no es camino a un compromiso, es ocasión de copular, que no de hacer el amor. Porque el amor no se hace, se siente, se descubre, se alimenta.

Ahora los jóvenes -y no tan jóvenes- no entienden nada de enamoramientos ni descubrimientos. Solo saben de vivir juntos sin compromiso y por lo tanto nunca podrían decir algo parecido a lo que nos cuenta Ana Iris. Es muy agradable leer a una persona que se manifiesta sin tapujos, como ve las cosas.

Ángel Cabrero Ugarte

Ana Iris Simón, Feria, Círculo de tiza, 2020