Apología del papa Francisco

 

Releo en la revista digital Religión en Libertad del 4 de mayo un artículo del Obispo norteamericano monseñor Robert Barron. Pretende ser una análisis equilibrado sobre el pontificado del papa Francisco, sus luces y sus sombras. Sobre las luces hay poco que decir ya que son conocidas. Barron resalta la sencillez del Pontífice del cual dice que fue amable, divertido, accesible y espiritual, y añade que destacaban en él "instintos admirablemente generosos".

Es sobre lo que el analista considera sombras, ambiguedades e imprecisiones sobre lo que vale la pena comentar: A) Barron lamenta la confusión doctrinal que considera que introdujo Francisco en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, al tratar sobre los divorciados vueltos a casar. B) Afirma que el Pontífice incumplió su obligación de salvaguardar la unidad de la Iglesia al consentir medidas como la bendición de las personas homosexuales, por permitir que en el Sínodo sobre la Amazonía se instalase en los jardines del Vaticano una estatua de la Pachamama -la diosa madre tierra-, o al afirmar que "todas las religiones son caminos legítimos hacia Dios" (la discusión radica en el término legítimos, que el articulista considera que se puede interpretar como indiferentismo religioso). C) Considera igualmente que permitió que se iniciasen discusiones que no iban a ser resueltas a corto plazo, como el asunto de las diaconisas. D) Reprocha, por último, los desprecios inferidos por el Pontífice a los católicos conservadores, como por ejemplo llamarlos "cristianos con cara de pepinillos en vinagre", o cuando -afirma el articulista- haber presenciado la crítica de Francisco a que "los jóvenes clérigos de Roma pasasen demasiado tiempo en las mercerías clericales probándose sombreros, alzacuellos y sotanas", ya que -Barron opina- que "la Iglesia está floreciendo precisamente entre sus miembros más conservadores".

A todo ello hay que decir que: 1) Un Pontífice puede equivocarse en sus palabras como cualquiera cuando habla informalmente, ya que solo es infalible cuando lo hace ex catedra y que lo mismo puede decirse de sus decisiones en el gobierno ordinario de la Iglesia. 2) Al Pontífice la información le llega filtrada por entidades intermedias que pueden condicionar sus decisiones. 3) El Pontífice no adopta todas las medidas por sí mismo, ya que tiene colaboradores en los cuales deposita su confianza. Eso quedó claro cuando fue interrogado acerca del Motu Proprio Ad charisma tuendum, sobre el Opus Dei, y respondió: "Eso es cosa de los canonistas". En efecto, sabemos que las Prelaturas personales nunca fueron desarrolladas legislativamente, ya que, con posterioridad a la Constitución Apostólica Ut sit, de 1982, que definía al Opus Dei como una prelatura personal, el Codex Iuris Canonici introdujo una disposición incompatible, que paralizó cualquier posible desarrollo posterior de las prelaturas personales. 4) El Pontífice no es el único responsable de la unidad de la Iglesia, sino que ésta descansa sobre la totalidad del episcopado, y en último término sobre toda la Iglesia, clérigos, religiosos y laicos. El Papa no puede decidir por los Obispos, es a ellos a los que corresponde juzgar, bajo su responsabilidad y en conciencia, sobre la nulidad del matrimonio canónico de los divorciados vueltos a casar (Amoris Laetitia proporciona unas orientaciones valiosas), o sobre la bendición que solicitan dos personas del mismo sexo y que no supone bendecir la unión ni equivale a un sacramento. En caso de duda es al Obispo diocesano y al sacerdote autorizado a quien corresponde adoptar la decisión en cada caso, en justicia y sin pretensiones de infalibilidad. 5) Por su carácter, Francisco era impulsivo (no parece que el papa León lo sea), nunca había pasado por una Escuela Diplomática ni trabajado en la Curia Vaticana, pero eso tanto Dios como los Cardenales que le eligieron lo sabían. 6) El sentido del humor también es un don de Dios.

Resulta divertida la referencia que realiza el Papa a los jóvenes clérigos que invierten demasiado tiempo en probarse alzacuellos y sotanas. Resulta divertida por que en el siglo XIX, en Oxford, el jovencísimo clérigo John Henry Newman -hoy san John Henry Newman- irritaba a los obispos anglicanos publicando unos Tracta for the time, en los que valoraba el significado religioso de la vestimenta clerical y de los ornamentos litúrgicos. De todas formas, hay que admitir que en las últimas décadas los clerigos habían prescindido en su vestimenta de cualquier referencia externa a su dedicación al servicio del pueblo de Dios, lo cual tampoco es óptimo; sería preferible no irse de un extremo a otro.

Hace tantos años san Josemaría Escrivá pedía en Camino: "Como los hijos buenos de Noé, cubre con la capa de la caridad las miserias que veas en tu padre, el Sacerdote" (Camino núm.75). ¿Cómo no hacer la misma recomendación para los supuestos errores en los que haya podido incurrir nuestro Sumo Sacerdote, el Pontífice Romano, sobre todo si tenemos en cuenta su gran caridad?

Juan Ignacio Encabo Balbín