He leído con atención el ameno y documentado trabajo de Alejandro Salafranca Vázquez (Málaga 1960) acerca de las aportaciones de España al humanismo lo largo de la historia y en especial en el siglo de oro de las letras castellanas tanto en Europa como en América.
Es una pena que el autor se haya quedado corto en sus elogiosas afirmaciones acerca de la importancia y la profundidad de las aportaciones de Francisco de Vitoria y de la Escuela de Salamanca a la reforma del humanismo renacentista pagano hasta convertirlo en el humanismo cristiano que ha llegado hasta el concilio Vaticano II y casi la actualidad.
Si acierta en un punto muy clave del origen y extensión del humanismo cristiano que fue la unidad de las ciencias humanas: teología, derecho, filosofía, filología y economía, sencillamente porque la antropología era común y se basaba en realidad en la clave de la dignidad de la persona humana (77).
También es muy importante y aleccionador, el capítulo introductorio dedicado a uno de nuestros más grandes humanistas, el latinista Antonio de Nebrija o de Lebrija un ilustre sevillano que llegó al culmen del renacimiento y el humanismo sin perder la fe ni su categoría como latinista. Fue capaz de rechazar la dirección del proyecto cisneriano de la Poliglota complutense por no ser autorizado a retocar cuestiones y errores palmarios de la Vulgata que serían corregidas en la edición de la biblia Sixto-Clementina.
La inteligencia de Hernán Cortés para urdir en Tlaxcala una alianza con aquellos pueblos para derrocar a Monctezuma y alcanzar la fidelidad de aquellos recios guerreros al emperador Carlos V fue la operación más genial de la historia del nuevo mundo pues se evitaron muchas muertes y se proporcionó a millones de indios la fe católica y la libertad de los súbditos de la corina de Castilla (133). Pero Cortés se había saltado el ordenamiento jurídico y había dado pasos como Adelantado sin serlo. Nunca será perdonado por el Emperador y nunca sería virrey de la Nueva España sino marqués del Valle.
Resultan muy interesante los estudios sobre la utopía de Vasco de Quiroga para Michoacán con sus ciudades hospital en la Nueva España, así como el Colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco de los franciscanos en aquellas tierras.
Los últimos dos capítulos muestran el esfuerzo del liberalismo como ideología pujante en Europa y en el mundo por entrar en España de manos de la masonería. En primer lugar, en las Cortes de Cádiz (181) y, después, en el nuevo método pedagógico y educativo agnóstico de Giner de los Ríos (241).
José Carlos Martín de la Hoz
Cinco aportaciones de España al humanismo, publicaciones Ladera norte, Madrid 2024, 293 pp.