Bartolomé de Las casas

 

La Fundación March y la editorial Taurus continúan con la encomiable tarea de difundir, a través de grandes biografías, las vidas de eminentes españoles, con la esperanza de contribuir a la cultura española: "El proyecto Españoles eminentes aspira a ser una contribución a una historia de la cultura española a la luz de la ejemplaridad de determinados nombres, acerca de cuya excelencia moral hay amplio consenso" (7).

Después de la biografía de Alvaro Huerga publicada por Alianza editorial con motivo del V Centenario de la Evangelización e América, parecía imposible hacer algo mejorar, pero siempre es posible un nuevo acercamiento al gran defensor de los indios.

El autor, Prof. Bernat, catedrático de Historia, comienza por enmarcar la figura de Las Casas y ha terminado por realizar un examen de los hechos históricos y la teología de fondo de la evangelización y del poblamiento en América en la que recoge toda la historiografía actual.

Como nos dice Bernat: "La vida de Bartolomé de las Casas resulta difícil de abordar, porque hay que desprenderse del peso de su autobiografía. Como autor prolífico, legitimó prácticamente todas sus acciones públicas desde el fuero privado, al legarnos por escrito su propia opinión sobre su trayectoria" (15).

Enseguida nos recuerda que: "Situado en su época, Bartolomé de las Casas no fue excepcional. Se integró armónicamente dentro de un nutrido grupo de frailes, juristas y teólogos del siglo XVI que, en muchas ocasiones de manera más lograda y sistemática que nuestro dominico, llevaron a cabo un plan sobre las nuevas condiciones sociales y legales del Nuevo Mundo, postulando un juicio sobre la conquista. La biografía de Bartolomé de las Casas debe ser social o no será" (18).

A lo que añade: "Al igualar su vida con su pensamiento, el curso biográfico con el discurso intelectual, propuso una hermenéutica a seguir, cuya vigencia rebasó las circunstancias concretas de su hacer y pensar" (21).

En Las Casas, por tanto, todo va en un solo sentido: la protección de los indios. Por tanto, actuará como un profeta del Antiguo Testamento: con fuerza y olvido de las reglas de la historia y de la objetividad: todo va al servicio de la causa. Para Las Casas como para Colon hay un sentido providencial en el hallazgo de ja ruta de las indias (33).

Como sabemos: "La solución aplicada por la Monarquía fue el sistema de la encomienda, por el que se reconocía que los pueblos y tierras conquistados pertenecían al monarca, quien, sin embargo, los concedía en usufructo a los colonizadores más poderosos. Era, de hecho, una reproducción del feudalismo. Los señores encomenderos se comprometían a proteger a los indígenas mediante su gobierno y su evangelización" (41). Contra las Encomiendas dirigirá todos sus ataques y exageraciones, pues debía romper una inercia muy fuerte. Incluso cambió el orden de la restitución antes de absolución en su confesonario, contra la práctica habitual: "El contenido del Confesonario supuso un compromiso más profundo de Bartolomé de las Casas en la defensa del indígena, pero mediante la acusación profunda contra el conquistador. En paralelo al despliegue de dos esfuerzos para la reforma legal del régimen social de Indias, el clérigo uso frecuentemente el modelo de presión de conciencias a través de la predica y el Confesonario que había conocido entre los dominicos de Santo Domingo" (166).

Quizás se debería haber destacado más las obras completas de Bartolomé de Las Casas que dirigió el difunto Paulino Castañeda y su introducción al Tratado De unico vocationis modo (295 y 308). Así como la importancia de Juan López de Palacios Rubios, al que apenas se menciona  (109, 111, 114).

En resumen un trabajo que vale la pena leer.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Bernart Hernández, Bartolomé de las Casas, ed. Taurus, Barcelona 2015, 328 pp.