Benedicto XVI no pudo hablar en la Universidad



Se han
cumplido mil días del Pontificado de Benedicto XVI y vemos que el
retrato que algunos hicieron del sucesor de Juan Pablo II no parece ajustarse
al modelo porque sólo reflejaba los prejuicios o un autorretrato de sus
autores. Porque cualquiera puede caer en la tentación de fabricar su
iglesia, de acuerdo con sus filias y fobias, y decir que es la auténtica
del Evangelio. El Papa teólogo se muestra sobre todo como el buen
Pastor, a imagen de Jesús, que defiende al hombre y por ello la
capacidad para conocer la verdad, sin caer en el abismo del relativismo. Por
ello llama la atención el gesto protagonizados en la universidad
italiana La Spienza por su tosquedad e intolerancia
muy contrarias al espíritu universitario.


 


            Hace
sólo unos días unas 200.000 personas se reunían en la
Plaza de San Pedro para manifestar su afecto y adhesión al Papa por
haberse visto impedido de pronunciar un discurso en esa universidad romana,
creada precisamente por otro Papa en el siglo XIV. Como es sabido, un grupo
minúsculo de profesores, 67 de los 4.500, apoyando a un grupo
mínimo de alumnos entre los 130.000 de esa institución,
habían amenazado con actos violentos en un vano intento de amordazar al
Santo Padre, al teólogo y al profesor universitario. Vemos así
que la cuna del saber se pervierte cerrando sus oídos al diálogo
y ejerce el totalitarismo sobre la mayoría del mundo universitario,
quizá demasiando cobarde para reaccionar e ir por delante,
forzándoles a que se cierren también los ojos, los oídos y
la boca. Tres
simios que viven de espaldas a la realidad: el mejor modo de avanzar hacia
atrás y de caer mil veces en el mismo hoyo de la sinrazón y la violencia. Es
sólo un suceso anecdótico como lo fue el revuelo por las palabras
del Papa en la universidad de Ratisbona, tergiversando en una y otra su
pensamiento, que quiere defender a la razón humana frente al
agnosticismo y el relativismo, considerando que la inteligencia vive en la
misma calle de la fe, y son como las alas del hombre para  remontarse hacia la verdad.


 


            Como
decíamos, Benedicto XVI iba a proclamar su confianza en la inteligencia
humana y la esperanza que necesita el mundo actual para caminar hacia el
futuro, dejando al próxima generación
algo más que el relativismo conformista y el hedonismo comodón.
De hecho la segunda encíclica del Papa, «Sobre la esperanza
cristiana, en 2007,  nos presenta la
Esperanza, con mayúscula, que necesita un mundo desconcertado porque las
ideologías, los sistemas políticos y la ciencia no logran dar la felicidad. Basta
mirar en Occidente el aumento de suicidios, la mayoría protagonizados
por jóvenes que no encuentran sentido a la vida y prefieren bajarse del
mundo: muchos no han levantado cabeza desde que sus padres se divorciaron
iniciando así la pendiente hacia la extinción personal. Pero para
el laicismo radical instalado en España piensa que el divorcio exprés significa un avance en los derechos humanos.
Y lo mismo podemos decir del mal llamado matrimonio homosexual, mil veces
rechazado por la sociedad, con manifestaciones millonarias, porque se da cuenta
de que está perdiendo la trama básica del matrimonio y la familia. Pero la
fiesta sigue en la superficie de un mundo virtual que vive de espaldas a la
realidad del amor y la esperanza.


 


            Pienso
que estos mil días de Benedicto XVI muestran el esplendor de la verdad,
de la belleza, y del bien a los que todos los creyentes, cristianos o no
cristianos, para ser capaces de comunicar al mundo que Jesucristo enseña
al hombre quién es el hombre: alguien sagrado porque en Cristo es hijo
de Dios. El Papa de los mil días quería decir en esa universidad
que el cristiano: «Sin duda, no debe buscar imponer a los demás la
fe de modo autoritario», sino más bien «mantener siempre
despierta la sensibilidad por la verdad; invitar de nuevo a la razón a
ponerse a la búsqueda de la verdad, del bien, de Dios y, -en este
camino- animarla a apreciar las útiles luces que han surgido a lo largo
de la historia de la fe cristiana y ver así a Jesucristo como Luz que
ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro».


 


Jesús Ortiz López


Doctor en Derecho Canónico


 


 


Para leer más:


 


Borghese, A. (2007) Tras las
huellas de Joseph Ratzinger
, Madrid, Libros Libres


Weigel,
G. (2006) La elección
de Dios
, Madrid, Ciudadela


Seewald,
P. (2007) Una vida para
la Iglesia
, Madrid, Palabra