Al terminar de leer Vida. Mi historia a través de la Historia, tengo la impresión de no haber conocido al papa Francisco hasta este momento: un cura rezador, compasivo, devoto de la Virgen Santísima y de San José, que se sienta en el confesionario y está dispuesto a impartir catequesis de primera comunión a los niños, da la impresión de que Dios le hubiera ido preparando para la misión que iba a encomendarle más adelante: "Tú eres Pedro"

Nacido en una familia ítalo-argentina, humilde, pero alegre (págs.42-43), a los doce años sintió la llamada al sacerdocio, vocación que mantuvo con la ayuda de un director espiritual. Su relación fue intensa con los salesianos, en cuya escuela profesional se preparó como perito químico. Hizo las prácticas en un laboratorio bajo la dirección de una mujer respetuosa y exigente, de ideología comunista, de la cual dirá: "Me enseñó a pensar" (pág109). Puede parecer algo trivial, pero los que han de ejercer tareas de gobierno, como iba a ser su caso, necesitan ser capaces de pensar por sí mismos, y no dejarse arrastrar por opiniones ajenas. Por ejemplo, Francisco lamenta que durante la dictadura muchos clérigos se alinearan con los militares, ya que carecían de un espíritu crítico suficiente para darse cuenta de que lo que se estaba haciendo -secuestros, torturas y asesinatos- no era moral ni cristiano.

El padre Jorge había ingresado en la Compañía de Jesús y tuvo una relación intensa con los jóvenes dando clases en un colegio jesuita. Ordenado sacerdote en 1969, pronto fue nombrado Provincial de los jesuitas de Argentina. Años más tarde lamentaría haber sido muy riguroso -autoritario incluso- en ese puesto. Todavía era Provincial cuando, en 1976, los militares dieron un golpe de Estado y derrocaron al gobierno de Isabelita Perón. Durante la dictadura, Bergoglio tuvo que poner a salvo a algunos curas villeros (de las barriadas extremas) y a otros perseguidos; cuando cesó en el cargo de Provincial, viajó a Alemania para terminar su tesis doctoral sobre Romano Guardini.

Bergoglio vuelve a Argentina, pero es retirado de las tareas de gobierno de la Compañía.y destinado a la ciudad de Córdoba como director espiritual de una residencia de jesuitas ancianos. Él afirma que fue un castigo: "Encerrado en mí mismo y un poco deprimido -dirá- leía los documentos de Juan Pablo II y los libros del cardenal Ratzinguer.(pág.156). Como tenía poco que hacer, el padre Jorge ayudaba en la lavandería y en ocasiones en la cocina, atendía a los enfermos y preparaba a los niños para hacer la primera comunión (pág.154). "Bergoglio está loco" -dirán de él algunos jesuitas un poco sueltos de lengua (pág.151). No todos debían pensar igual porque, un año más tarde, el Arzobispo de Buenos Aires, cardenal Quarracino, le solicitó como obispo auxiliar para la archidiócesis (pág.162), y, en 1998, Juan Pablo II le nombró Arzobispo de Buenos Aires y Cardenal.

Lo primero que he visto en Bergoglio es que es un hombre y un sacerdote rezador. Cuando, en 1969, está esperando su ordenación sacerdotal siente miedo y piensa: "Hay que pedir el don del Espítitu Santo, que expulsa el miedo y abre el corazón" (pág.94). Así mismo, al recordar la dictadura escribe: "Recé mucho al Señor durante los años del régimen para que diera la paz a los que sufrían la violencia y las humillaciones " (pág.113). Como arzobispo de Buenos Aires recuerda que iba "buscando a Dios en medio de los pobres, unico camino junto con la oración, para sentir todos los días la presencia del Señor" (pág.166); y cuando se produce, en 2001, el atentado de las Torres Gemelas de Manhattan pide rezar "por un mundo en el que pueda reinar la paz" (pág.175).

Recuerda Bergoglio como, ese mismo año 2001, Argentina sufrió una grave crisis económica y el Cardenal, junto con otras medidas asistenciales, organizó una peregrinación a Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, para solicitar auxilio para los que lo habían perdido todo, trabajos, ahorros, pensiones. Afirma que a la peregrinación asistió más de un millón de personas y el arzobispo pasó la noche confesando. "La piedad popular -dirá en un momento- es el sistema inmunitario de la Iglesia" (pág.163). Ya como Pontífice, en el rigor de la pandemia del covid19, acude a la basílica de Santa María la Mayor para implorar a la Madre de Dios, Salus Pópuli Romani, "que ponga fin al suplicio" (pág.238); y hace lo mismo, en una plaza de San Pedro desierta, cuando solicita del Santísimo Sacramento que "pusiera fin a aquella tragedia" (pág.242).

"Hay que rezar más" -exclama el Pontífice-. Señala como "se reza poco en familia" y añade que "las oraciones de la noche que nos enseñaron nuestras abuelas acaban siempre en el olvido" (pág.237). Al terminar sus recuerdos las palabras de Francisco son precisamente sobre la oración: "El mundo está cada vez más necesitado -dice- ¡recemos más!, y en vuestras oraciones no os olvideis de mí" (pag.265). Un cristiano, un sacerdote, un papa que reza es santo, tradicional, aunque no a todos les guste esa palabra, e incluso no lleguemos a comprender todos sus actos; vienen de Dios, no cabe duda.

Juan Ignacio Encabo Balbín

Francisco, papa. Vida. Mi historia a través de la Historia, HarperCollins, 2024.