Biblioteca y relectura

 

Me ha sorprendido a veces comprobar que para más de una persona culta, de cierta afición por la lectura, la posibilidad de releer un libro sea algo totalmente descartado. En el fondo el planteamiento, que tiene cierta lógica, es “hay tantas cosas interesantes que leer…”. Y es verdad, hay tantas novedades en las librerías, tanta publicidad de libros extraordinarios “basados en hechos reales” casi todos, que cómo se nos puede ocurrir releer. Estoy pensando en gente que lee mucho. Entre los que leen poco este concepto de la relectura es tan inexistente, tan alejado de sus mentes como una estrella descubierta a unos cuantos millones de años luz.

José Manuel Mora Fandos, en uno de sus libros, escribe: “No hay tiempo para la relectura, pero, lo más curioso, no parecemos sentir ninguna razón para buscárselo” (2010, p 57). Lo dice el escritor, el lector riguroso, que sabe que lo mejor lo encuentra en las relecturas. Lo dice con sorpresa y con dolor. ¿Será verdad que no han descubierto la relectura? Y, sin embargo, todos sabemos, si lo pensamos un poco, que a lo bueno se vuelve, que lo que es importante lo tenemos a mano, como es, por ejemplo la Sagrada Escritura, pero también libros de poesía, o novelas que nos impactaron, y hemos vuelto sobre ellas.

De ahí la importancia de las bibliotecas. He visto hogares que tienen estantes llenos de películas, el típico estuche de CD-ROM, y que si tienen un libro a la vista es porque es “vistoso”, está bien encuadernado o es un ejemplar antiguo. Recuerdo la opinión resuelta y sin matices de una persona que decía que tener bibliotecas era totalmente inútil, que ocupan espacio y no sirven para nada. Me quedé tan sorprendido que no pude reaccionar, como si alguien me dijera que el campo es para las vacas, o que Beethoven está de sobra. Ahora habrá quien diga esto por otros motivos, aducirá que en su Tablet tiene no sé cuántos miles de títulos.

Pero la biblioteca física, los libros bien visibles, que con rasgos tan coloridos y divertidos describe Amos Oz –hablando de la que tenía su padre- en “Una pantera en el sótano”, es una necesidad del lector, que ve, que palpa, que ojea, que, de pronto, se da cuenta que ha llegado el momento adecuado de volver sobre aquel maravilloso libro que leyó hace diez años y que le parece esencial.  “Leer es generar un eco que encontramos en el futuro; releer es desandar el eco mientras avanzamos. La relectura es el modo humano de caminar” (Mora Fandos, 2010, p60).

Se pueden leer libros prestados o de la biblioteca municipal, pero hay libros que deben tener un lugar en la propia casa, porque son parte de una vida. Normalmente van a ser los clásicos, esos libros que no desdicen nunca, aunque se lean varias veces a lo largo de la vida. Y hay libros que se releen y uno se da cuenta de que tuvieron su momento en nuestras existencias, pero ya no deben ocupar un lugar en las estanterías. La mayoría de los hogares modernos no tienen capacidad para grandes bibliotecas y eso también tiene su utilidad, pues nos obligarán a hacer esa selección de los libros que deben estar y separarlos de los que tuvieron su momento.

Ángel Cabrero Ugarte

Mora Fandos, J.M., Leer o no leer, Biblioteca Nueva 2010