Buscando en el diccionario: pañuelo

Bajé el otro día a la droguería -o perfumería- que hay junto a mi casa. Es del modelo de las de ahora: una superficie más bien grande y diáfana con estanterías en las paredes. Hay señoritas pululando que no interfieren en tu compra salvo que observen un gesto que manifieste ignorancia o perplejidad. Entonces se acercan diligentes con un "desea usted que le ayude" que siempre tiene un efecto agradable en el cliente.


Como soy habitual no suelo necesitar indicaciones, pero en esta ocasión había algunos cambios, y le dije: "Por favor, ¿donde están los pañuelos?". Su rostro mostró turbación y sorpresa. Parecía decir "de esto yo no tengo". "Pañuelos de papel" insistí. "¡Ah, clínex!". "No señorita, yo deseo pañuelos, si no le importa".


Capté la actitud de la dependienta manifestando en su semblante algo como: "Este señor está algo tocadillo y quiere camorra", de manera que desistí en mi impulso de corrector de la lengua, considerando que lo más probable era que aquella chiquita no hubiera leído más que Harry Potter, en el mejor de los casos. Reconozco que en ese pensamiento hice un juicio inútil y negativo de aquella joven tan servicial.


Pero me quedé con la cantilena del pañuelo. ¿Pues no es palabra muy castellana y acertada? Fui al diccionario: "Pedazo de tela pequeño, generalmente cuadrado, que sirve para limpiarse la nariz o el sudor y para otras cosas". Sin duda para otras muchas cosas, como limpiarse las gafas, por poner un ejemplo. Un trozo de paño. Un diminutivo especialmente amable. No es pañito, ni pañete, ni pañín; es pañuelo, como jovenzuelo, arroyuelo o riachuelo. Un tono cariñoso, amable, diminutivo afectivo del lenguaje.


¿Tendré que decir algo tan feo y soez como clínex? Me suena mal, aunque me suene bien con el tal papelillo. Ante las dudas lingüísticas surgidas, y observando el paño o tela siempre como base, y no el papel, consulté el Diccionario panhispánico de dudas, porque era mi caso: las dudas. Y, ¡oh decepción! allí está el clínex, tal cual, como "adaptación gráfica" de kleenex, dice. ¡Qué duda cabe, nuestra lengua es viva! Vaya capacidad de absorción de atrocidades. Qué horror pensar que estamos adaptando a nuestro bello idioma castellano el nombre de una marca inglesa. Tomé nota, al menos, del sentido de tal palabra: "pañuelo de papel desechable".


Yo seguiré sin utilizar la palabra clínex, y si la empleada de la droguería –o perfumería, que este sería otro pedaleo- no entiende cuando le pida pañuelos, añadiré sin inmutarme: "si señorita, pañuelos desechables". Y esperaré hasta que reaccione, aunque tenga que ir a consultar al jefe. Todo antes de reconocer que el diccionario le da a ella la razón.


Ángel Cabrero Ugarte


Profesor del Centro Universitario Villanueva