Estamos celebrando el séptimo centenario de la muerte de Dante y si alguien se refiere a la Divina Comedia, de inmediato se piensa en una obra medieval, obra clásica de la que algo sabemos o hemos leído. Si volviéramos a nombrarla -como se ha hecho en la estupenda edición de Acantilado- con su título original, nos quedaríamos con “Comedia”, y parece que dice menos, sobre todo porque en castellano cuando oímos hablar de comedia pensamos en una obra humorística.

Sin embargo, Dante no pretende escribir nada gracioso. Su obra es un caminar a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, como un modo de introducirse en el final de la vida de las personas. Toda nuestra vida es un caminar y Dante se encuentra, en la ficción, de pronto, en las puertas del infierno. A través de los condenados en el averno percibe con especial crudeza la gravedad de los pecados.

Pero luego, en el Purgatorio, mezclado con los pecados que motivan el paso por ese camino hacia el cielo, se encuentra con un sentido mucho más profundo de lo que significa el amor, y procura contarlo con detalle. A través de los personajes con los que se encuentra y la conversación con Virgilio descubre la auténtica riqueza del amor.

Le dice Virgilio: “Vuestros deseos quieren lo que suele/ quedar, si es compartido, demediado:/ la envidia es fuelle de atizar suspiros./ Mas si el amor de la suprema esfera/ torciese vuestro anhelo hacia la altura,/ no os atormentaría aquella angustia;/que cuántos más pronuncian allí “nuestro”,/ mayor felicidad cada cual siente y más amor esplende en aquel claustro/ (Infierno, canto XV, 49.

Cuanto más pronuncian “nuestro”, más alegría y más amor se vive que si se dice mío. Una enseñanza, una experiencia. Cuando los bienes son compartidos somos más felices. Esto no parece entenderlo Dante a la primera, y pregunta: “¿Cómo puede entenderse que un bien solo,/ repartido entre muchos, enriquezca/ aún más que si es por pocos poseído?”. Y Virgilio tiene que seguir profundizando para que entienda su interlocutor lo que parece tan difícil: “porque allá arriba, cuántos más se entienden, más crece el buen amor y más se aman, y dan, como un espejo, amor a otros” (75).

Y más adelante, avanzando por el Purgatorio, sigue Virgilio con su enseñanza, como de algo que no siempre entendemos aquí en la Tierra, donde tanto predomina el egoísmo: “con esto entenderás por qué el amor/ es semilla de todas las virtudes/ (…) y dado que el amor dejar no puede/de contemplar el bien de quien lo causa,/ no hay criatura que a sí misma se odie”.

En una sociedad como la nuestra, donde hablar de amor es hablar casi siempre de egoísmos, leer la “Comedia” y a Virgilio es ocasión de reflexionar sobre lo que significa darse, pensar en los demás. Es dar la vuelta a la mayoría de los argumentos en nuestra sociedad, donde se piensa en lo que uno gana o pierde, se piensa en vivir confortablemente, aunque otros mueran de hambre.

“Tus palabras, seguidas por mi ingenio”,/ le confesé, “el amor me han descubierto,/ pero me han suscitado aún más dudas”. Como podría pasar si habláramos hoy con bastantes de las personas que nos rodean, a Dante le cuesta entender lo que significa verdaderamente amar. Hoy, para que algunos lleguen a admitirlo y vivirlo habría que hacer cursos intensivos, más urgentes que los que se hacen para aprender inglés u otras habilidades.

Ángel Cabrero Ugarte