Con la libertad que Cristo nos ha logrado

 

Aquella mañana del 2 de octubre de 1928, en el otoño madrileño, san Josemaría “vio el Opus Dei” y cayó de rodillas al suelo sobrecogido por el horizonte que se abría delante de sus ojos. Una luz cegadora de Dios había abierto los caminos divinos de la tierra y san Josemaría fue consciente de que tenía que contagiar esa locura a millones de personas de todas las razas y colores hasta el final de los tiempos.

El 20 de enero de 1932 san Josemaría reuniría a los tres primeros en el primer círculo que, por un querer de Dios, se daría en el mundo entero. Invitó a muchísima gente, pero solo fueron tres. Al terminar les dio la bendición y vi a 3, 30, 3.000, 30. 000, 3.000.000, es decir infinitos.

Años después, coincidí con Juan Jiménez Vargas, uno de esos tres, en Roma. Esa mañana había tenido lugar la misa de acción de gracias por la beatificación del Fundador y en la plaza había 300.000 y muchos millones lo vieron por la televisión. Entonces me acerqué y le pregunté: “¿qué has sentido?” Y me respondió: “¡Normal!”.

Las Obras de Dios son eternas, imparables, imperecederas. Como escuchó en Montefalco, México, la beata Guadalupe a don Pedro Casciaro: “Las obras de Dios no se paran por falta de medios, sino por falta de espíritu”.

Años después, un agregado de Sevilla, Manolo, en el jardín de Pozoalbero le preguntó al beato Álvaro: “Padre yo me dedico a las cortinas y en verdad se me da muy bien el oficio. En cambio, la vida interior no termino de dominarla, siempre hay cosas que se me escapan”. ¿Y qué vamos a hacer?: “Acuérdate de lo que decía nuestro Padre. Si las cosas te salieran bien a la primera serías un soberbio insoportable, en cambio a base de comenzar y recomenzar acabarás siendo santo, porque acabarás siendo humilde”.

Ricardo Fernández Vallespín siempre recordaría una fecha: el 29 de mayo de 1933. Aquel día le entregó  San Josemaría un libro con una dedicatoria: “Qué busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que trates a Cristo. Que ames a Cristo”.

En la homilía Hacia la santidad, san Josemaría, redactó la falsilla. “Seguir a Cristo: este es el secreto. Seguirle tan de cerca que nos identifiquemos con Él”. Un solo fin. Variados caminos. El acercamiento a las santidad es un camino de montaña.

¿Qué es la vocación matrimonial? ¿Qué es la vocación al Opus Dei? Materializar la vida cristiana. Ernesto Cofiño, el primer supernumerario de Centroamérica decía que el amor conyugal trasforma y cambia la perspectiva diaria, pero solo a condición de que el encuentro diario con Cristo lo sustente.

Ráfagas al amanecer, es un libro de Mosén Raventós que recoge 50 escenas de la predicación de nuestro Padre, con dibujos y ejemplos tomados de las realidades humanas y divinas, de la sabiduría de la santidad ordinaria. La santidad es “Pasar de lo natural a lo sobrenatural”, vivir la vida con mirada contemplativa y el corazón lleno de amor. Sin amor no se puede vivir y sin familia no hay quien aguante.

La libertad de elección y la libertad como energía están orientadas a una vida plena y colmada: “In libertatem gloriae filiorum Dei” (Rom 8,21).

José Carlos Martín de la Hoz