La
confianza es una característica de la sociedad cristiana. Como dice el
Prof. Álvarez: “El mundo se rige por la mutua dependencia y,
por tanto, por la mutua y necesaria confianza” (p.35). Ahora bien,
esa confianza se apoya en la
Verdad. Por eso, para los cristianos, la sociedad de la
confianza es un fruto del mandamiento del Amor y de
la presencia continua de Dios entre nosotros. Para poder construir un
ámbito de paz y concordia es necesario crear un clima de confianza, pero
esa confianza se basa en último término, en la confianza en Dios.
Con la
Creación del mundo y del hombre, Dios abrió un camino de
felicidad. El nos dejó libres, pero nos asoció a la obra de la
creación y dejó el mundo en nuestras manos. La creación
conlleva en la teología católica, el don de la providencia divina:
“Realizada la creación,
Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el
existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la
lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al
Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de
confianza” (Catecismo de la Iglesia Católica
n.301).
También,
junto con la Creación, Dios nos dejó unas leyes eternas.
Conocerlas y vivir de acuerdo con ellas, confiando en Dios cuando no las
entendamos, forma parte de la sabiduría de la que nos habla el
Catecismo: “En la creación Dios
puso un fundamento y unas leyes que permanecen estables (cf
Hb 4, 3-4), en los cuales el creyente podrá
apoyarse con confianza, y que son para él el signo y garantía de
la fidelidad inquebrantable de la Alianza de Dios (cf
Jr 31, 35-37, 33, 19-26). Por su parte el hombre
deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que el
Creador ha inscrito en la creación” (Catecismo de la Iglesia Católica
n.346).
Es
interesante descubrir la confianza que Dios tiene en el hombre, en cada hombre.
Hemos sido creados, como afirma el libro del Génesis, a imagen y
semejanza de Dios. Por eso es tan gozoso y gratificante tener amigos, confiar;
descubrir a Dios en cada alma. Sobre esas bases se apoyan las relaciones de
confianza entre los hombres, capitales para que esa cultura de la confianza
crezca y se desarrolle.
Por
otra parte, es en la relación con Dios y con los demás, como nos
desarrollamos: “La confianza es
regla de supervivencia y que sin ella ni siquiera el yo se construye”
(p.45).
Es
verdad que podemos sufrir decepciones, pero nunca deberán ofuscarnos,
pues son más los ejemplos positivos que los negativos: “Confiar unos en otros significa reconocer
la asimetría de las relaciones personales –solo paliada por la
amistad- y la objetividad de la verdad de la vida, que unos encarnan mejor que
otros” (p. 90).
Construir
una sociedad de confianza es seguir creyendo y valorando la dignidad de la
persona humana, de cada persona: “Hay
que reconocer que la dignidad de los hombres en cuanto sujetos que no son cosas
ha sido defendida de la mejor manera por el cristianismo” (p.174)
José Carlos Martín de la Hoz
Álvarez, Ll.X. (2006) Estética
de la confianza, Barcelona, Herder