¿Contemplar o frivolizar?

 

Ser contemplativo es algo que, dicho así, sin más, a algunos los lleva a pensar en una persona muy religiosa. Hay muchas personas que se retiran del mundo y se convierten, en un convento o en un ambiente apartado, en observadores de lo esencial, o sea, de lo trascendente.

¿Es imprescindible apartarse del mundo para ser contemplativos? No. Precisamente una de las ideas centrales en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, es que podemos ser contemplativos en medio del mundo. Que es muy recomendable ser contemplativos en medio del mundo.

En principio, en general, ser contemplativo tiene que ver con ser reflexivo, atento, curioso, observador. Pero desde un punto de vista cristiano se va mucho más allá, porque consiste en contemplar a Dios. ¿Y cómo es posible eso? En primer lugar, a través de la Sagrada Escritura, que nos habla mucho de cómo es Dios y favorece nuestra curiosidad por profundizar. En segundo lugar, considerando que todo el universo que conocemos está creado por Dios y, por lo tanto, a través de la belleza de las cosas nos encontramos con el creador.

Por lo tanto es toda una actitud. Al pararnos con interés a observar tantas cosas con las que nos encontramos podemos hacer una reflexión sobre lo esencial, que nos lleva a la eternidad, que es el fin de nuestra vida.

Teniendo en cuenta estas cosas podríamos decir, simplificando mucho, que podemos dividir la gente entre contemplativos y adictos al móvil. ¿Que hay muchos que son contemplativos y usan el móvil? Sin duda, es un instrumento de trabajo y de comunicación y lo usamos todos por necesidad. Pero una cosa es la necesidad y otra cosa es la frivolidad.

Seguro que todos hemos visto alguna vez, o muchas, a unos muchachos en un banco en un jardín o un parque, cuatro o cinco que podemos adivinar que son amigos, y que están fijamente metidos en su móvil. No hablan entre ellos, no se relacionan. Están mirando basura en el smartphone, y no han descubierto la maravilla de la naturaleza que tienen allí mismo, delante de sus ojos. Incapaces de mirar, de observar, que hacer una consideración sobre la belleza de la primavera o de comunicarse.

Han perdido toda posibilidad de ser contemplativos, de encontrar la eternidad, porque están viendo repeticiones de jugadas de no sé qué partidos, frivolidades que cuenta un personaje famoso, y, en el peor de los casos, pornografía.

O lo que es ciertamente penoso: entras en un restaurante y ves a toda una familia dispuesta a comer juntos para celebrar lo que sea y todos, incluidos los padres, están con el móvil. No hay diálogo entre ellos, no hay interés por la realidad viva de su familia, solo están pasando y pasando fotos, noticias de medio pelo, información deportiva. Superficialidades.

Incapaces de ser contemplativos. Lo vemos tantas veces. Con preocupación, hay padres que ya no saben qué hacer para que sus hijos tengan un cierto nivel cultural. Pero con el cargo de conciencia de que la culpa ha sido suya. ¡A quién se le ocurre poner en manos de un niño un aparato inútil para ellos, pero casi siempre demoledor!

Ángel Cabrero Ugarte