Escribía Michel de Montaigne en el siglo XVI: "Sería una simpleza que un hombre hambriento buscara un buen vestido antes que una buena comida. Hace falta acudir a lo más urgente (…). Nos falta belleza, santidad, sabiduría, virtud y otras realidades esenciales; los adornos externos se buscarán después de habernos provisto de las cosas necesarias". Da la impresión de que desde entonces las cosas no han cambiado tanto y de que incluso en nuestros días ha aumentado la preocupación por lo inmediato –por el corto plazo– y la obsesión por la imagen (dietas, gimnasios, cirugía estética…). En verano, si cabe, esto aún se hace más patente, porque parece que hay que cumplir con el rito de exhibirse sin pudor. Resulta llamativa la atención que prestan periódicos, revistas y cadenas de televisión a las vacaciones de los "famosos".

Pero lo vemos también en la política. Se gobierna pensando sobre todo en las elecciones más cercanas, con olvido de las necesidades de la sociedad a largo plazo. Un ejemplo lo tenemos en la gravísima crisis demográfica que nos amenaza, problema que no hay ningún grupo político que afronte en su programa –que yo sepa– o que mencione en los mítines, a pesar de que las consecuencias pueden ser muy perjudiciales para todos.

Y ocurre también en otros ámbitos. Como señala Fabrice Hadhadj, en el sugerente libro ¿Cómo hablar de Dios hoy?, ya no se hacen grandes obras, con sentido trascendente y de eternidad, sino que se fabrican artefactos perecederos, de usar y tirar. Detrás de todo esto, hay mucho nihilismo (¿para qué tener hijos si nada tiene sentido?), individualismo relativista y consumista (esa globalización de la indiferencia que denuncia el papa), tecnicismo arrogante (el hombre se convierte en objeto manipulable y desechable) o fanatismo (que lleva a inmolar incluso a menores): se trata de manifestaciones diversas sin duda de la crisis actual, pero que, sin embargo, coinciden todas ellas en la deshumanización.

Pienso que urge redescubrir al hombre, a la persona de carne y hueso –su dignidad por encima de las apariencias– y edificar una sociedad más solidaria, en la que lo que destaque sea la honradez, la virtud, la generosidad, lo que realmente deja poso y pervive y da paz. Pienso que urge el retorno a lo esencial.

Luis Ramoneda