C.S. Lewis reflexiona sobre los milagros

 

«En toda mi vida sólo he conocido una persona que dijera haber visto un espíritu. Era una mujer, y lo interesante es que antes de verlo ella no creía en la inmortalidad del alma, y sigue sin creer después de haberlo visto. Piensa que fue una alucinación» (C.S. Lewis).

Quiere decir que ver no es creer, sobre todo si mantenemos de antemano una filosofía que excluye lo sobrenatural, y es que los argumentos para conocer lo sobrenatural son metafísicos antes que experimentales y entonces podemos descubrir que los informes sobre lo sobrenatural aparecen por doquier. Por ejemplo, en Juan 9 con el milagro archicomprobado del ciego de nacimiento; o el milagro del sol en Fátima en octubre 1917.

Más allá del experimento

Porque la experiencia por sí misma no prueba casi nada, pues la misma acción de experimentar puede influir, como dijo Heisenberg con su principio de indeterminación acerca del electrón: es imposible conocer simultáneamente la posición y la velocidad del electrón, y por tanto es imposible determinar su trayectoria. Sólo es posible determinar la probabilidad de su posición. El fotón para verlo ya desvía al electrón.

Este principio, enunciado en 1927, supone un cambio básico en nuestra forma de estudiar la naturaleza, ya que se pasa de un conocimiento teóricamente exacto a un conocimiento basado sólo en probabilidades y en la imposibilidad teórica de superar nunca un cierto nivel de error.

Y es que algunos piensan que nada es admirable mientras no se salga de la norma y para eso hay que conocer la norma; según eso los milagros creídos por los antiguos lo sería por ignorancia de algunas leyes naturales.

La experiencia de un milagro requiere admitir: estabilidad de la naturaleza, y la existencia de algo más allá de ella. Lewis rebate dos teorías que no admiten milagros. La primera considera que sería incongruente que Dios vaya contra sus leyes naturales, sería teatro, dicen. Y la segunda es la de quienes confunden las leyes naturales con las leyes del pensamiento, y rechazan su falta de lógica.

La dialéctica del profesor

El modo dialéctico es el de los profesores de Oxford con su idiosincrasia británica, no siempre captada por el resto de los europeos del continente. Pues bien, a la primera objeción responde que los milagros vienen a ser como la letra pequeña o nota a pie de página que explica lo que dice la letra grande. Cita a Juan 5,19: «el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre». Y pone como ejemplo el de la vid y la Eucaristía. Porque todos los días Dios convierte el agua en vino en el proceso de maduración de la vid, y también lo hace excepcionalmente en Caná Jn. 2. Ese actuar a lo divino conviene tenerlo en cuenta cuando vemos viñas o tomamos vino con agrado. Y otro ejemplo con el médico que hace “milagros” y cura… gracias a la capacidad de rehacerse del paciente.

A la segunda objeción sobre los que confunden las leyes de la naturaleza con las del pensamiento, responde considerando que lo natural se puede encajar dentro de una clase (leyes, comparaciones, referencias, etc.) pero la misma naturaleza no es natural, porque no da razón de sí misma. Por ello tampoco hay que sorprenderse porque el milagro tampoco da razón de sí mismo. Es decir, los milagros son signos de que el Reino de Dios ha llegado y avanza una nueva vida; son puntos focales donde se hacen realidad más cosas de las que hemos visto (Dice Hamlet: en el mundo, querido Horacio, hay muchas más cosas de las que sueña vuestra fantasía).

Un ejemplo para aclararlo: el agua y el vino tienen un significado más alto aún pues apuntan a la Eucaristía y amor fecundo de la Encarnación, y apunta a la unión mística el alma con Jesucristo en el amor. Reverbera aquello de la semilla que muere para dar nueva vida pues ya significa la muerte redentora y la Resurrección de Jesucristo.

En suma «el pan común, el pan milagroso y el pan sacramental son distintos pero no se deben separar. Es como en una fuga musical: todos los elementos son diferentes pero suman y resuenan en los demás». Lo natural y lo más que natural son armonías entrelazadas por la fertilidad de Dios. Los milagros muestran que Dios no es extraño a la naturaleza y que tiene mucho campo de actuación.

Jesús Ortiz López

C.S. Lewis. Dios en el banquillo. Rialp 2017, 6ª. 149 págs.