Cuando la Iglesia era joven

 

Las fuentes de la Revelación, nos recuerda el Concilio Vaticano II, son la Sagrada Escritura y la Tradición y ambas han sido entregadas a la Iglesia Católica para que con su Magisterio, nos la trasmite, predique y nos enseñe a sacar todo su contenido.

Este libro, que ahora vamos a comentar, sirve de guía y profundización de los Padres Apostólicos (los primeros escritores que habían conocido a los apóstoles), los Padres Apologistas (los que tomaron la pluma en el siglo II para defender la fe) y los Padres Apostólicos, quienes dotados de antigüedad, santidad de vida y doctrina, trasmitieron la interpretación de los apóstoles de la Escritura. Ellos son la continuidad en el tiempo de la fe: "En medio de la decadencia, el Evangelio de Jesucristo trajo una callada ilusión y una nueva esperanza que no dejaron de crecer pese a todos los esfuerzos `por aniquilarlas. En Galilea prendió una chispa que se inflamó en Pentecostés y, transcurridas una o dos décadas, llegó a las puertas de la capital del César, haciendo de ella el nuevo centro de la vida y la misión cristiana" (7).

Los Padres de la Iglesia fueron claves para engendrar a la verdadera fe a los primeros cristianos, pero también sostuvieron con la coherencia de fe y vida la unidad de la Iglesia junto al Santo Padre, el obispo de Roma, y los obispos de cada diócesis, en la predicación de la regla de la fe y en loa eucaristía.

El autor nos narrará un sinfín de anécdotas a lo largo de esta amenísima obra, por ej., cómo llega la carta del Papa Clemente a Occidente en 1623, cuando el Patriarca de Constantinopla regala al rey de Inglaterra un códice del siglo V donde estaba cosida su Epístola a los de Corinto junto a los Evangelios y Epístolas del Nuevo Testamento (25).

Asimismo, al hilo de los Padres nos enseñará que es clave leer la Escritura en la Tradición: "Cada vez que cogen una Biblia, todos los cristianos confían en la Tradición apostólica conservada por los primeros padres de la Iglesia" (83). Y terminará recordando con Clemente de Alejandría: "Todo el que busque la santidad debe ser evangelizador y catequista" (Stromata VII.9.5.2).

Al llegar al final de este libro tan ameno y ágil, el propio autor, como de pasada, nos hace un resumen de todo lo que ha escrito y nos da la clave del entusiasmo que trasmite su lectura: "la voz de cada uno de estos maestros es peculiar. Sus palabras reflejan sus respectivas personalidades: el realismo espontáneo de Ignacio, el refinamiento platónico de Orígenes y Gregorio de Nisa, la severa gravedad norteafricana de Tertuliano, la sobriedad romana de Clemente. Lo que hallamos en estas páginas son personas reales; de ahí que sus historias nos parezcan tan fascinantes" (253).

En suma una buena introducción a la Patrología y una buena guía para conocer a los Padres en directo y descubrir qué aportaron a la fe cristiana con sus palabras y su santidad de vida.

José Carlos Martín de la Hoz

Marcellino D'Ambrosio, Cuando la Iglesia era joven. Las voces de los primeros Padres, ed. Palabra, Madrid 2016, 270 pp.