Escépticos, ateos, heterodoxos, librepensadores, deístas, etc., ha habido
en todas las épocas y nadie debe sorprenderse de que los haya ahora. Hace poco
en un programa de radio tuve que oír a alguien que se dice progresista una
frase estupenda: "esta es mi verdad", en vez de decir "esta es mi opinión".
Pues bien, así está el mundo, la verdad es tan subjetiva que tiene derechos de
autor. Como dijo aquel político español "absolutamente todo es relativo".
El marxismo ha sabido aunar a todos
los que no quieren creer en una sola Verdad dotándoles de un argumentario bastante profuso en el que se necesita también
un artículo de fe para ser coherente: creer en la revolución futura, en el
estado de sociedad perfecta. Este es el objetivo de la historia, lo que de ella
podemos aprender y donde está puesta nuestra esperanza. En la actualidad, en
todos los lugares del espectro político podemos detectar esta fe, unos creen en
una sociedad "mejor" y más "inevitablemente igualitaria"; otros en una sociedad
más "rica" e "inevitablemente más confortable". Marxismo puro o destilado,
tanto da.
Es fácil empujar lo que nos plantea problemas
morales hacia el futuro, más fácil aun no someterse a la Verdad que compromete en aras de un
futuro que vendrá irremediablemente con el devenir de la historia. La
revolución es inevitable, decía Marx, por tanto solo
es verdad lo que nos lleve a ella, pero además, continúa diciendo, ahora no
sabemos lo que es verdad sino que solo lo sabremos una vez haya pasado el
tiempo suficiente para poder analizar qué factores han sido determinantes para
el "progreso" de la revolución. Si las uniones gays,
el aborto o los genocidios son buenos y por lo tanto verdad lo sabremos en
tanto que hayan ayudado al –"progreso social" dicen eufemísticamente ahora-
advenimiento de la revolución. Este es el principio aglutinador del
escepticismo contemporáneo.
Tras la crisis del
marxismo-leninismo la revolución está de capa caída y ya nadie se la cree
–salvo algún pobre incauto- pero el principio de que solo en el futuro sabremos
qué era lo correcto opera transversalmente en nuestra sociedad tras repetidas
reconversiones en ideologías más o menos confusas y posicionamientos
filosóficos más o menos incoherentes.
El judeocristianismo, sin embargo, entiende
la verdad atemporalmente: lo que ha sido verdad, lo
es y lo será. Otra cosa son las opiniones o costumbres. Es por esto por lo que
el mal llamado progresismo tiene al judeocristianismo como su más enconado
enemigo, porque no solo pone en cuestión su análisis de la historia, sino
también juzga las actuaciones morales presentes y no se cree ningún
advenimiento futuro de ninguna irremediable revolución.
Será verdad la persona, no la
sociedad por encima de la persona. Será verdad lo que aumente la dignidad del
hombre, lo que le ayude a ser persona, lo que se ajuste a su naturaleza. Será
verdad la libertad de las conciencias para actuar y tomar decisiones cuando
esas decisiones atiendan a su naturaleza antropológica. Será verdad el mensaje
que nos ayude a poner en perspectiva lo bueno y lo malo que tiene el mundo. En
fin, no hay nada que ponga más nervioso a un "progre" que la frase "Yo soy el
que es", así de atemporal.
Carlos Segade
Profesor Titular del C. U. Villanueva
Para leer más:
Absolutos Morales. Finnis, John
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3151#
Antropología del Capitalismo. Termes, Rafael
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2360
El Cristiano en la Crisis de Europa. Ratzinger, Joseph
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4240