Derechos humanos

 

Mientras la cultura occidental se dirige resueltamente hacia una amplia y llamativa globalización de la cultura, la vida política, económica y la convergencia de las conciencias en una común ética social, debemos repensar y retrotraer la mirada para conocer de primera mano la evolución y acogida de los derechos humanos de 1945 y de su historia y evolución.

Precisamente, el profesor Michael Ignatieff, ensayista, académico y expolítico liberal canadiense profesor de las más prestigiosas universidades del mundo, dedica un amplio apartado a esta cuestión al final de su interesante estudio donde se detiene a analizar pormenorizadamente ciertas cuestiones acerca de la ética y de la convivencia en un mundo globalizado, sobre todo en las ciudades superpobladas del mundo.

En primer lugar, señalará la superficialidad y la ligereza con la que algunos juzgan los acontecimientos sociológicos de la humanidad: “Quienes presentan la historia de la revolución de los derechos humanos como una historia de progreso han supuesto de forma precipitada que, una vez promulgados los derechos humanos como discurso oficial de los estados, deben haber tenido alguna influencia sobre las virtudes cotidianas” (250).

Inmediatamente, añadirá, como primeras conclusiones del abordaje de la carta magna, cuando señala: “La revolución de los derechos de la época posterior a 1945 constituye únicamente un fragmento de una historia mucho más larga que dio lugar a la idea moderna de la igualdad humana. Siglos de lucha contra el comercio son dignos de protección moral. de seres humanos universalizaron la idea -que las grandes religiones del mundo habían proclamado con anterioridad- de que todos los seres humanos son dignos de protección moral. Desde 1945, esta convicción, en su día limitada a igualitaristas religiosos, revolucionarios y activistas en contra de la esclavitud, ha conformado el pensamiento moral de miles de millones de personas de todo el mundo” (250).

El hecho de que existan los Tribunales de derechos humanos y que puedan juzgar hechos, transgresiones, codificaciones, países y legislaciones ya constituye un avance de gran magnitud, incluso para aquellos colectivos que todavía ven coartados sus principios más elementales (255).

Para nuestro autor es clave descubrir y valorar las virtudes cotidianas, que caracterizará de una manera muy sencilla y clara: “las virtudes ordinarias (confianza, honestidad, cortesía, tolerancia, respeto) son el sistema operativo de cualquier comunidad” (81).

Posteriormente, volverá sobre esta cuestión para decir contundentemente que hemos de reconocer de modo global en estas virtudes cotidianas: “un bien universal, un núcleo común de práctica moral, basado en nuestra naturaleza y compartido por todos los seres humanos” (260).

José Carlos Martin de la Hoz

Michael Ignatieff, Las virtudes cotidianas. El orden moral en un mundo dividido, ediciones Tauris, Barcelona 2019, 335 pp.