Desempolvar a Bergson

 

El filósofo judío francés, Herni Bergson (1859-1941), ocupará parte importante del mundo intelectual y cultural europeo de los años veinte y treinta del siglo pasado y fallecerá, precisamente, durante la ocupación nazi de París.

Su carrera intelectual comenzará como profesor de filosofía durante muchos años en colegios de la periferia y luego de la capital, para incorporarse posteriormente al mundo universitario, con una plaza de profesor titular en la Escuela Nornal y después el Colegio de Francia le concedió una plaza de catedrático (1900), aunque no la de la Sorbona como hubiera deseado. Recibió muchos títulos como el de académico (1901) y hasta premio nobel de literatura (1927). Llegó a ser un profesor y un filosofo muy conocido no solo en Francia sino en toda Europa, Estados Unidos e Inglaterra, merced a su trabajo “la evolución creadora” (1907), desgraciadamente, después de la segunda guerra mundial su fama prácticamente se había esfumado (13). Las conferencias de Bergson en el Colegio de Francia de Paris o en las universidades de Oxford, Birminghan y Nueva York, en los años veinte y treinta, atraían a lo más granado de la intelectualidad del momento (10).

La actualidad del personaje, la ha puesto en pie, hace pocos años (2001) el famoso pensador polaco Leszek Kolakowski (1927-2009), exiliado en Europa desde 1968, con esta biografía esencial de Bergson cuya reedición deseamos comentar, aunque sea brevemente. Bergson fue recibido en su tiempo, según nos dice Kolakowski como un libertador de los cientifistas y de la “religión de la ciencia”, merced a una nueva metafísica creadora (19).

Kolakowski resumía la esencia de la revolución de Bergson en cuatro pasos. El primero “Decir que el tiempo es real supone decir, en primer lugar, que el futuro no existe en ningún sentido. Eso no es de ninguna manera un enunciado trivial, según Bergson, ya que para un determinista todos los acontecimientos no hacen más que desplegar una realidad ya implícita en las condiciones existentes; el curso de los acontecimientos consiste, por así decirlo, en desplegar un destino que ya está escrito previamente para toda la eternidad, como si el tiempo no fuera más que una máquina que hace girar la bobina de una película que contiene toda la historia y que siempre ha estado ahí. Para Bergson, en cambio, la vida del universo es un proceso creativo, a través del cual algo nuevo y, por lo tanto, impredecible aparece en cada momento” (16).

En segundo lugar, añadirá Kolakowski, “el tiempo real, ‘duración’, no es ni homogéneo ni divisible; no es una propiedad abstraída del movimiento sino lo que cada uno de nosotros es: lo conocemos intuitivamente, a partir de la experiencia directa” (16-17).

A continuación, señalará: “en tercer lugar, el tiempo real solo es posible a través de la memoria, en la cual se acumula el pasado en su totalidad” (17). Finalmente completará con lo siguiente: “la teoría de la evolución debe incorporarse a una visión esencialmente espiritualista del mundo, según la cual la materia en sí solo es inteligible en el marco de un espíritu creador divino” (18).

José Carlos Martín de la Hoz

Leszek Kolakowski, Bergson, ed. Marbot, Barcelona 2019, 176 pp.