Dios y el mundo creado

 

En el trabajo publicado hace ya unos años por el profesor Ernst Burkhart, sobre el tratado jurídico-teológico acerca de la ley según santo Tomás de Aquino, hay aportaciones y sugerencias de un gran interés para entender el tratado de la creación y a él deseamos regresar, aunque sea brevemente.

Precisamente, la sólida base teológica, hace de la obra de Burkhart particularmente interesante. Así, hemos de resaltar que se detendrá desde el comienzo de su trabajo a recordar algunas cuestiones fundamentales de la antropología cristiana, pues el hombre, nos dirá: “Compuesto de cuerpo y alma, resume en cierto modo la entera creación, y siendo capaz de poseer a Dios mismo, está en condiciones de ofrecerle, de devolverle, toda la obra de la creación, llevándola a su fin, para alabanza y gloria de su nombre” (29).

Enseguida, añadirá que: “al moverse hacia Dios en la búsqueda del propio bien, la criatura lo encuentra precisamente en su contribución al bonum ordinis, a la perfección del universo entero: alcanza su propia perfección en la medida en que es asumida en la ordenación de todo lo creado, porque el bonum commune de todas las criaturas es a su vez máxima manifestación de la gloria de Dios y, por eso mismo, también máxima perfección de cada una de las criaturas” (31). Lógicamente, deberá definir prontamente la ley eterna recordando que “Todos los órdenes de la creación se nos muestran como una participación del orden divino: es Dios quien provee para su obra mediante su supremo gobierno” (33).

También, precisará Burkhart a continuación: “Pero la sabiduría infinita de Dios no puede jamás reflejarse del todo en la infinitud de lo creado. La creación, como obra libérrima del Creador, no agota la perfección de Dios. Las cosas no son más que un cierto resplandor de la plenitud de su Ser, son participación de las divinas perfecciones, una posibilidad realizada de las infinitas que posee la sabiduría del Creador” (34). Precisamente, la libertad humana hará de la ley eterna algo grandioso: “La perfección de la ley eterna y la totalidad del gobierno de la providencia no sólo no se oponen a la realidad de la libertad del hombre, sino que son lo que permite que la tenga en todos sus actos” (43).

Seguidamente, el profesor Burkhart se detiene, aunque lo hace brevemente, en el problema del mal en el mundo, cuestión siempre de gran actualidad. En primer lugar, nos hablará del misterio del mal, y nos recordará que es privación de un bien debido (45). Enseguida, como hace santo Tomás, distinguirá entre mal físico y mal moral. Finalmente concluirá: “Incluso el desorden del mal moral es -como también el desorden físico de las causas segundas que no dominan totalmente sus efectos- un modo de aparecer el orden divino en las criaturas. Como están sometidas a la temporalidad, temporalmente el mal de la culpa aparece como privado de su ordenación al bien: aunque siempre su ordenación se realizará por la perfección del gobierno divino” (46).

José Carlos Martín de la Hoz

Ernst Burkhart, La grandeza del orden divino, ed. Eunsa, Pamplona 1977, 229 pp.