El alcance del poder de la Iglesia

 

Dentro de las joyas que esculpió la famosa escuela teológica de Salamanca en la renovación de la escolástica durante el siglo XVI, se encuentra la doctrina acerca del poder y del ejercicio del poder en la Iglesia y en la sociedad.

De ese modo, resulta muy interesante releer el análisis que realizó Francisco de Vitoria sobre el concepto, alcance y origen del poder dentro de la vida y de la sociedad del siglo XVI, que puede alumbrar la situación de toda una época.

En efecto, contrastará llamativamente con el uso que se dará poco después en Europa cuando el protestantismo y el anglicanismo entreguen todo el poder eclesiástico al rey y a los poderes civiles, vaciando de contenido material la Iglesia y convirtiéndola en funcionarios del Estado moderno hasta su desaparición.

En ese sentido, vale la pena detenerse en los agudos discernimientos y distinciones en los que se detiene nuestro maestro salmantino en torno al origen y alcance del poder y, por tanto, de sus diversas variantes, poder civil y eclesiástico.

El hecho de que desarrolle sus disquisiciones en el marco de varias relecciones teológicas encadenadas durante varios años, las convierte en el instrumento adecuado y pertinente paras ser retomadas siglos después.

Exactamente, en el clima de una Relección Teológica, es decir a lo largo de un discurso de dos horas de duración ante el claustro y los alumnos de toda la Universidad, nemine discrepante, era el lugar adecuado tanto por el alcance de la cuestión, como por el interés para la formación de los mismos oyentes, que veían en un maestro cómo desarrollar las cuestiones que se planteaban y se desarrollaban de modo escolástico y con el más pleno sentido humanista.

La potestad eclesiástica de orden y de jurisdicción, por su propia definición, está en el papa y en los obispos, como regidores de la Iglesia universal o diocesana respectivamente, puesto que han recibido de los apóstoles el triple munera que ellos, a su vez, recibieron de Jesucristo, entre los que, junto al oficio de enseñar y de santificar, se encuentra el de regir.

Precisamente, es de tal realismo lo que acabamos de señalar que el dominico Francisco de Vitoria asegura que ese poder eclesiástico tiene que provenir de Dios, “por ordenarse a un fin sobrenatural, como parte del efecto, porque excede en absoluto toda humana facultad, como es el de perdonar los pecados, conferir la gracia y consagrar la eucaristía” (113).

Enseguida, nos recordará Vitoria -frente a Lutero- que el sacerdocio no procede del pueblo sino de la elección divina y la consagración de un obispo, pues sólo así se accede al sacerdocio ministerial de la nueva ley, distinto esencialmente, y no solo de grado, del sacerdocio común que deriva del bautismo (117).

José Carlos Martín de la Hoz

Francisco de Vitoria. El poder de la Iglesia, Relecciones, estudio introductorio y versión de Luis Frayle Delgado, ediciones Tecnos, Madrid 2018, 241 pp.