En la interesante colección “El arte de leer” promovida por la editorial argentina Katz, se reúnen las lecturas de los clásicos y figuras del pensamiento elaboradas por también grandes autores y filósofos contemporáneos, de modo que se puede seguir a la letra la fundamentación del pensamiento y del desarrollo de sus críticas fundadas de las que brotan así mismo grandes obras de filosofía.

En esta ocasión, nos hemos detenido en el quinto volumen de la colección, dedicado a la filósofa del siglo XX Simone Weil (1909-1943) que falleció con apenas treinta y cinco años durante la guerra mundial, mientras trabajaba denodadamente en Inglaterra por la recuperación de su tierra francesa, en poder de los nazis y, después, de haber combatido en las milicias internacionales en la guerra civil española.

El carácter hiperactivo de Simone Weil aparece en esta ocasión taimado pues, aunque se hable de muchos autores y de muchos libros, el trabajo se centrará lógicamente sobre algunos de ellos y con párrafos escogidos de los comentarios de las grandes obras lo que requiere de por sí y por la temática, una lectura sosegada y serena.

En cualquier caso, y ya desde el prólogo, la coordinadora nos recuerda el carácter independiente de Simone y, por tanto, la realidad de la autodirección intelectual, motivo por el cual, este libro sustituiría al de maestros e influencias de diversos autores sobre nuestra autora (7).

En primer lugar anotaremos: “la noción de atención, núcleo esencial de su pensamiento de madurez, supone, en definitiva, una original propuesta de acceso a lo real a través de lecturas múltiples, o en distintos planos simultáneos. En el límite, la “atención creadora” consiste en leer -rescatando de la invisibilidad y del olvido- lo aparentemente inexistente” (10). 

Precisamente, un ejemplo de penetración en el pensamiento por la connaturalidad sería la conexión Descartes y Spinoza. Del primero dirá Weil: “para Descartes Dios no es más que voluntad”. Y añade: “Se acerca luego a Spinoza, pues tanto para ella como para él, la búsqueda de la verdad exige una conversión, porque hay que lograr ver la realidad no en nosotros mismos, sino en Dios” (35).

Es muy interesante que nuestra Simone Weil descubra que el “método de la filosofía consiste en percibir los problemas insolubles en su insolubilidad”. A lo que añade enseguida cuando afirma taxativamente: “Hace falta genio, es decir la virtud sobrenatural de la humildad en el ámbito del pensamiento” (38). Quizás por eso, Dios le concedió una intuición tan fuerte como esta: “Me adhiero totalmente a los misterios de la fe cristiana, con una especie de adhesión que creo que es la única que conviene a los misterios; esa adhesión es amor, no afirmación. Ciertamente le pertenezco a Cristo. Al menos me gusta creerlo” (43-44). Y apostilla la coordinadora: “A diferencia de Spinoza, ella piensa que, cuando ha llegado al límite del conocimiento racional, se descubre que la verdad comienza más allá de la inteligencia” (44).

José Carlos Martín de la Hoz

Carmen Revilla (ed), Simone Weil, El arte de leer, ed. Katz, Buenos Aires 2018, 119 pp.