El barroco hoy y ayer

 

En otra reseña de la obra del catedrático de Estética de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, Norbert Bilbeny (Barcelona 1953), acerca de la moral del barroco, comentábamos la atrevida tesis que defendía acerca de la trasposición del barroco del siglo XVII, es decir, de sus valores y también de sus limitaciones al mundo actual. Indudablemente, la demostración de tan atrevida tesis se basaba en argumentos y autores clásicos y representativos de la cultura, literatura y del teatro del barroco como la ilusión, los “sueños” de Quevedo (57), el “gran teatro del mundo” de Calderón (69), en el engaño (69) y en el desengaño de Calderón (70).

Enseguida se detendrá el profesor Bilbeny en la vida moral en Baltasar Gracián uno de los autores claves del barroco español y clave para entender el desengaño ante el “pesimismo” del barroco sobre el hombre y la naturaleza herida, por ejemplo en su obra el Criticón cuando afirmaba: “más que insistir en la moral medieval del arrojo y el honor introducirá la de las formas de la prudencia y el saber comportarse en la sociedad, cada uno según su rango y valía” (93).

En la reseña que ahora deseamos redactar, vamos a detenernos en la segunda parte del trabajo, cuando el profesor Bilbeny se concentra en trasponer las características de lo barroco a nuestro tiempo, es decir lo que denomina nuestro autor como “la nueva moral barroca de hoy” (185).

Dentro de esa moral, comienza por explicar lo que es el hombre solitario, es decir, el individualismo acompañado, como aparece en la obra de Lope de Vega mil veces representada y, según nuestro autor, reproducida hoy hasta la saciedad: “a mis soledades vengo, a mis soledades voy” (200). Enseguida, se nos hablara de la depresión como patología del solitario, o de la melancolía como se le denominaba en el siglo XVII, pues en esto no hemos cambiado mucho, aunque la farmacopea sea ya más específica y, por tanto, menos a granel y efectiva indudablemente (203).

Indudablemente, en el barroco se hablaba poco de historia y en nuestro tiempo mucho de la novela histórica, aunque a decir verdad poco respetuosa con la historia para buscar dramatismos ambientados en la historia pero realmente centrados en los problemas de fondo de hoy (206).

En el capítulo destinado a la pintura, nuestro autor son dice nada del hoy sino que se detiene en la ciudad de Toledo en el siglo XVII con el Greco y los cuarenta conventos, parroquias, la catedral y tantos lugares para crear obras religiosas /235). Enseguida nos hablará de las pinturas creadas en habitaciones cerradas como las meninas de Velázquez, es decir obras sin aire, como interiores (236). Gracián lo describirá al final del criticón como “la cueva de la nada” (237). Finalmente, nos recuerda nuestro autor que mientras Tirso de Molina publicaba “el burlador de Sevilla”, Francis Bacon escribía el “Novum Organum” que sustituía la teología dogmática católica por el conocimiento científico: “las principales trabas del conocimiento son los idola o impedimentos ideológicos y morales arraigados en la mentalidad tradicional” (241).

José Carlos Martín de la Hoz

Norbert Bilbeny, Moral barroca. Pasado y presente de una gran soledad, Anagrama Argumentos, Barcelona 2022, 262 pp.