El conciliarismo

 

Se equivocan los enemigos de la Iglesia Católica, tanto de la antigüedad como los actuales, cuando para desprestigiar a la institución pretenden levantar contra las enseñanzas del magisterio petrino o de la Iglesia, la bandera de un concilio que esté situado por encima del papa o al que el papa debe someterse.

Precisamente, el conciliarismo surgió y tomó fuerza en el comienzo del siglo XV bajo el impulso, entre otros, del Canciller de la Universidad de Paris, el francés Joannes Gerson, como un intento desesperado para solucionar el urgente problema de la existencia de tres papas en simultáneo, los tres se consideraban legítimos y los tres actuaban con sus respectivas obediencias, curias para gobernar y, por supuesto, rellenas de funcionarios.

En cuanto lograron que los tres papas dimitieran y los cardenales reunidos en el Concilio de Constanza, convocado por uno de los papas, pudieron elegir a Martin V, él mismo enseguida, pudo convocar de nuevo, oficialmente, el concilio de Constanza, y, así, se pudo poner en marcha la tan ansiada reforma de la Iglesia, que se resumía como: causa unionis, causa fidei y causa reformationis.

Efectivamente, no se pudo solucionar el problema hasta que el papa y los obispos en comunión con él pudieron servir de instrumentos para que el Espíritu Santo siguiera gobernando la Iglesia caput et membris, como así mismo reformar la Iglesia en la cabeza y en los miembros.

Es interesante que Francisco de Vitoria, en el marco de sus famosas Relecciones teológicas pronunciadas delante del claustro salmantino y los alumnos de todas las facultades universitarias, al abordar la materia del poder civil y el poder eclesiástico (1531-1537), y de sus relaciones, hubiera querido detenerse a estudiar la cuestión del conciliarismo, del que en su tiempo todavía se hablaba como solución para abordar el problema luterano, aunque el reformador estaba más preocupado entonces por destruir la unidad con Roma y extender la rebelión por toda Alemania, más que en suscitar la reforma de la Iglesia.

La tercera Relección pronunciada por Francisco de Vitoria sobre la cuestión del poder eclesiástico, se denominaba precisamente “la potestad de la Iglesia y del Concilio” (172) y planteaba abiertamente si el Concilio ecuménico, estaba por encima, si podría  deponerlo por herejía o por otros motivos y si podría, sencillamente, imponerle decretos para firmar (174).

La respuesta del maestro Vitoria es clara y contundente: Cristo instituyó el papado y no el concilio, puesto que el concilio sin el papa no es nadie, pues no tendría su origen divino, sino humano: “El papa es el vicario de Cristo” (178). El salmantino está por la supremacía del Santo Padre sobre el Concilio, aunque no podría derogar los decretos conformes a la doctrina del Concilio. Asimismo, para validez debe proclamarlos (202).

José Carlos Martín de la Hoz

Francisco de Vitoria. El poder de la Iglesia, Relecciones, estudio introductorio y versión de Luis Frayle Delgado, ediciones Tecnos, Madrid 2018, 241 pp.