Juan Evaristo Valls Boix, profesor de filosofía de la cultura en la Universidad Complutense, refleja realmente el estilo de los nuevos profesores universitarios de la época de Bolonia más dados a la realización de trabajos que a clases magistrales o a la escritura de manuales de repetición. En esta ocasión ha redactado un ensayo de antropología filosófica con el que ha buscado caracterizar la vida cotidiana con el llamativo subtítulo de “vindicación de la vida holgada”.
En realidad, a pesar de la óptima encuadernación, diseños de interiores y de portada, amplio espacio e ilustraciones todo ello realizado con bastante buen gusto, no deja de llamar la atención el dato clave de la portada o de la fachada del libro: nada menos que el anuncio de “la sexta edición”.
Ciertamente que haya sido reeditado tantas veces es que seguramente ha sido recomendado muchas veces y, sobre todo, que habrá sido utilizado como seminario de alumnos en colegios y universidades.
Los pensamientos que el autor ha cosido sin demasiado orden y sin ningún concierto, verdaderamente reivindican el derecho del hombre a la bondad, al bien, a la unidad y a la belleza, es decir a los siempre renombrados “trascendentales”, gracias a los cuales se puede vivir una vida “holgada” y gozosa puesto que el hombre es el rey de la creación y ha sabido disfrutar de un mundo que es un verdadero regalo para la vista y el corazón.
Al comienzo del libro, el lector tiene derecho a extrañar un cierto orden, armazón de pensamiento o hilo conductor, hasta que descubre que no lo hay, ni lo puede haber, pues estamos ante un trabajo de vindicación de la anarquía y del pensamiento sin excesiva lógica que es lo que lo hace divertido, y mínimamente consistente.
En realidad, estamos ante un libro que se asemeja a las fichas tomadas por el autor en un momento de sensibilidad para expresar la riqueza de sus pensamientos, pero luego tampoco se trasmiten para provocar la misma sensación en los demás.
De hecho, el autor, ya en los primeros compases de su obra nos dice con toda claridad que “si no puedo bailar, no es mi revolución” (16). Ciertamente, a lo largo del libro se nota que tiene mucha fuerza la belleza que experimenta en la vida y que desea trasmitir en su trabajo. Realmente, no tiene alma de escritor de manuales de antropología ni de libros de auto ayuda.
A la vez, el autor ha sabido recoger parte de su experiencia vital, propia de aquel que busca la sabiduría y no la técnica, ni la ciencia. De hecho, recuerda su estilo a lo que debieron ser las conversaciones entre Hegel y Hölderlin, cuando ambos convivían en la fría y lejana Jena, en Alemania.
José Carlos Martín de la Hoz
Juan Evaristo Valls Boix, El derecho a las cosas bellas. Vindicación de la vida holgada, Ariel, Barcelona 2026, 220 pp.