El emperador Carlos V y Lutero

 

Normalmente suele suceder que cuando una biografía se presenta en las librerías con un gran formato, con un volumen inusitado de páginas, suele ser un síntoma de reflejar un amasijo de datos y de impresiones, es decir, habitualmente un libro que resultará, seguramente, difícil de manejar, incómodo de leer y poco interesante para disfrutar leer, releer y aprender.

Justamente, en el caso que nos ocupa ahora, a pesar de las casi mil páginas que tiene, hay que sostener la opinión contraria de la interesante, aunque prolija, investigación que ha llevado a cabo el profesor e investigador inglés Geoffrey Parker (1943), uno de los mejores hispanistas del siglo XVI, acerca de la inconmensurable figura del emperador Carlos V.

Una obra, por tanto, que acaba de editarse en España por Planeta y que arroja mucha luz, e incluso, bastantes ideas novedosas e interesantes acerca de los grandes problemas y acontecimientos de la vida y de la obra de un gran emperador, seguramente el último gran emperador europeo.

Entre las muchas cuestiones que podríamos desarrollar, hemos escogido ahora, para este breve artículo, el detenernos en la cuestión protestante, que había comenzado públicamente con las famosas tesis de Lutero en Wittenberg (1517), un asunto que se convirtió en un serio y complejo problema, tanto para el ámbito religioso europeo, como para el propio ámbito civil, pues estamos hablando, no lo olvidemos, de un emperador que era sinceramente creyente.

Es muy importante la puesta en escena, pues en la Dieta de Worms (1521) se le dio a Lutero el uso de la Palabra delante de todos los electores y, solo posteriormente, el emperador ordenó condenar la doctrina luterana como no católica, y se ordenó la quema de sus obras, no a la persona sino a su doctrina, exactamente igual que había ya hecho el Santo Padre León X en la Bula Exsurge Domine (1520). Exactamente estas fueron las palabras del emperador: “definitivamente, un solo fraile debe de estar equivocado si su opinión va contra lo que los cristianos han creído durante los últimos mil años y siguen creyendo hoy” (167)

Esta actuación del emperador fue bien valorada por los intelectuales de su tiempo que habían visto en la bula papal intolerancia e ignorancia de la doctrina y la figura de Lutero (161).

Posteriormente, en abril de 1530, tuvo lugar el gran momento de triunfo para los protestantes, la Dieta de Augsburgo, donde el emperador y los electores escucharon en silencio la llamada confesión de Ausgburgo redactada por los luteranos en latín y alemán, en donde se contienen “los elementos esenciales de la teología de Lutero” (254). El emperador se durmió en la lectura de los 21 artículos, pero también en la lectura de las tesis católicas de condena (255). Finalmente, el 19 de noviembre de 1530, después de muchos intentos la doctrina luterana fue condenada.

José Carlos Martín de la Hoz

Geoffrey Parker, Carlos V. Una nueva vida del emperador, ediciones Planeta, Barcelona 2019, 990 pp.