El episcopado español durante la Transición



La reciente publicación de las memorias de Mons. José
María Cirarda Lachiondo (1917-2008),
merecen un comentario. Hombre de gran simpatía humana, con buenas
dotes de orador y buena cabeza, fue uno de los obispos españoles más característicos
de la segunda mitad del siglo XX.


Realizó sus estudios y completó su formación sacerdotal en
el Seminario de Comillas Santander (1928-1942). Se ordenó y se incardinó en la
diócesis de Vitoria en 1942, cuando
todavía sólo había una diócesis que albergaba las tres provincias del País
Vasco. Poco después, se incorporó al claustro de profesores del Seminario de
Vitoria como profesor de Teología Dogmática. Permaneció en esas tareas hasta 1960,
fecha en la que fue ordenado obispo Auxiliar de Sevilla.


En la diócesis de Sevilla colaboró con el cardenal Bueno
Monreal y preparó el terreno para la erección del obispado de Jerez, segregado
de Sevilla, ya en la persona de su sucesor. En 1968 pasó a la sede de Santander
e inmediatamente hubo de compaginar esa tarea con la de ser Administrador
Apostólico de Bilbao durante tres años. En 1971 pasó a ser el Obispo de Córdoba
y finalmente, en 1978 a
regir la Archidiócesis de Pamplona hasta
su jubilación en el 2000.


La mirada de Cirarda, a lo
largo de estas páginas, es meramente descriptiva y casi anecdótica. Entre los
muchos problemas que va abordando se extiende fundamentalmente en dos: el
Concilio Vaticano II y en su época como Administrador Apostólico de Bilbao. Ninguno
de los dos es estudiado en profundidad. Pero es muy importante el segundo, pues la cadencia de los hechos narrados muestran
por si solos la situación de extrema gravedad que se vivió en esos años, tanto
desde el punto de vista doctrinal como del político (pp. 142-247).


Son interesantes los rápidos apuntes acerca del carácter
de algunas de las personas con las que trabajó. Especialmente dos: el cardenal
Bueno Monreal, obispo suyo en Vitoria y quien propuso su nombramiento como
Auxiliar de Sevilla (pp. 73-77) y Mons. Setién,
alumno suyo en el Seminario de Vitoria y después Vicario General en la diócesis
de Santander (pp. 120-123, y2161-263).


Las referencias fundamentales al Opus Dei son dos. La
primera, breve, respecto a como conoció a San Josemaría
en Roma, en 1963, de la mano del cardenal Bueno Monreal (pp. 283-284). La
segunda, versa acerca de sus relaciones con D. Álvaro del Portillo como sucesor
de San Josemaría, que articula a través de tres anécdotas: el comienzo del
Colegio Eclesiástico Bidasoa, la Universidad Santa Cruz,
de Roma y la inclusión del beato Josemaría en el calendario litúrgico de
Navarra (p.328-334). La lectura de estas páginas bastan para hacerse una idea
del carácter y temperamento de Mons. Cirarda: su buen
corazón y su modo de razonar.



José Carlos Martín de la Hoz


 


José María CIRARDA,
Recuerdos y memorias, ed. PPC, Madrid 2011, 409 pp.