El estrés no es latino



Hace unos días oía en la radio, de pasada, que
en España un porcentaje bastante alto de las bajas laborales se deben al
estrés. Mi preocupación por la invasión de palabras extranjeras me llevó, como
otras muchas veces, a detectar que estrés es adaptación del inglés, una de
tantas. Pero pensando en el contenido de la noticia consideraba que el concepto
mismo de estrés tampoco es latino. Me fui al diccionario "Panhispánico de
dudas" y leí: "tensión provocada por situaciones agobiantes y que origina
reacciones psicosomáticas".


 


Tal es el empuje del fenómeno que hemos
inventado dos palabras más: el verbo estresarse
y el adjetivo estresante. Me
sorprende que en nuestra rica lengua castellana no tengamos un término
semejante, lo que indica que, por regla general, hemos sabido vivir la vida con
más tranquilidad que nuestros amigos anglosajones, hasta que por fin también
nosotros los españoles nos hemos estresado.


 


La noticia que yo oía en la radio advertía sobre
el problema. Seguramente porque en el ministerio de trabajo o en
la
Seguridad Social
se han dado cuenta de que no es rentable. El
conflicto se produce cuando la empresa privada, generalmente, quiere sacar algo
más de provecho del pobre currante de a pie, y le pide diez o doce horas, en
lugar de las ocho del contrato, sin pagar ni un euro de más, y si no se va a
la
calle. O
el problema es que el profesional liberal si ve tajo no lo
desperdicia, aunque se caiga muerto de cansancio, porque el dinero es la clave
de casi todo en este mundo nuestro.


 


Llegó a mis manos hace tiempo el supuesto texto
de un epitafio que, verdadero o no, es en todo caso aleccionador. Decía así:
"Aquí yace Inocencio Romero. /De joven gastó su salud para conseguir dinero./ De viejo gastó su dinero para conseguir salud./ Sin salud
y sin dinero/ aquí yace Inocencio Romero".


 


No queda más remedio que admitir que así hay muchos.
Corren y corren porque quieren ganar más, pero no tienen en cuenta cual es el
sentido de su vida. No tienen un minuto para reflexionar. Sólo tienen interés
por aprender cuestiones técnicas, no acceden a
la
cultura. No
tienen posibilidad de dialogar con paz con otros sobre la
vida misma. No tienen capacidad de contemplación. De manera que no crecen como
personas sino cómo máquinas.


 


Muchas veces he reflexionado sobre cómo sería el
trabajo de Jesucristo. Para un cristiano, que pretende imitar a Jesús y
seguirle de cerca, no puede serle indiferente el hecho de que Él pasara la
mayor parte de su vida terrena trabajando. Tenemos pocos datos en los evangelios
de lo que ocurrió en tantos años, pero en todo caso no puedo imaginarlo con
estrés. Dedicaría mucho tiempo a la oración, bastante a sus relaciones
familiares, desde luego no poco a sus amigos. Y por supuesto el sábado era
intocable. Un trabajo como el de Cristo, con los pies en la tierra pero siempre
mirando al cielo, con el deseo de hacer la voluntad de su Padre, creo
sinceramente que no tiene riesgo de estrés.


 


Ángel Cabrero Ugarte


 


Radio Intereconomía, 9 de mayo de 2008, 20,25


 


 


Para leer
más:


 


González Enciso, A. (2007) Más
allá de la división del trabajo
, Pamplona, Eunsa


Hahn, S. (2007) Trabajo
ordinario, gracia extraordinaria
, Madrid, Rialp


Pieper, J. (2006) Una
teoría de la fiesta
, Madrid, Rialp