En estos años de cambio de ciclo escuchamos muchas veces la pregunta de Jesús en el Evangelio: “¿Cuándo venga el hijo del hombre hallará fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). La respuesta es segura y contundente: ¡Por supuesto! Puesto que, con un solo cristiano bien enamorado de Jesucristo, se reconstruiría este tejido de familias que es la Iglesia de Jesucristo.
Desde luego es necesario que periódicamente el Espíritu suscite un nuevo afán de santidad de vida en el pueblo cristiano, una revolución de la caridad como diría el papa Francisco, una nueva primavera de la Iglesia como afirma el célebre don Ful en su magnífico prólogo (16).
La verdad es que al terminar de leer este trabajo introducido por el rector de la University of Mary, James Shea, lo que te quedas es “encogido de hombros”, pues en realidad mirar hacia el futuro siempre hemos de hacerlo con la esperanza de que nuestros discípulos o nuestros hijos, lo harán mejor que nosotros y cuando miramos hacia atrás lo hacemos con agradecimiento por todos los dones recibidos de lo alto y de lo profundo.
Ciertamente, los cristianos aprendimos a amar en el hogar de nuestros padres y hemos procurado siempre ser dóciles al Espíritu Santo que nos ha sostenido en el amor y no nos ha dejado conformarnos con lo que amábamos y nos estimulaba a amar cada día más a Dios y a los demás.
Todo lo demás; estructuras, organizaciones, fracasos o proyectos e ilusiones, hemos aprendido a ponerlos en su sitio, para pensar únicamente en ser el consuelo de Dios y de los demás. La cuestión es preguntarnos si el problema que se presenta está bien o mal planteado y eso lo mide el nivel de confianza en Dios que es quien gobierna su Iglesia (26).
Es muy interesante cuando nuestro autor plantea la cuestión de la Nueva Evangelización de san Juan Pablo II: “nueva en su ardor, nueva en su método y nueva en sus expresiones”, que continuará con el dicasterio creado por Benedicto XVI para concluir en que es un término que ha quedado desgastado. Ciertamente, ha quedado sustituido por la expresión “amor renovado” (34).
El santo Padre Juan Pablo II escribió un interesante trabajo denominado “Redemptoris misio” sobre la implantación de la Iglesia particular y cómo se va produciendo el paso a la comunidad cristiana hasta terminar con un obispo residencial y las conferencias episcopales. Lógicamente, esta estructura básica, verdadera comunidad de comunidades, habrá de ser integradora de todas las realidades eclesiales y lo que de continuidad hasta el final de los tiempos (141).
José Carlos Martín de la Hoz
James Shea (coord.), De la cristiandad a la misión apostólica. Estrategias pastorales para una nueva era. Rialp, Madrid 2025, 143 pp.