Paul Lebeau hace una lectura muy pegada al texto del diario de Etty Hillesum (cuadernos escritos en holandés) donde anotaba sus impresiones y sensaciones desde 1941 en Amsterdam, hasta el campo de exterminio de Auschwitz donde será gaseada en 1943.
Lógicamente, lo que más impresiona es comprobar cómo Dios mismo, Jesucristo, a través de la lectura del Nuevo Testamento y de la oración de confianza ha penetrado completamente en su corazón. Evidentemente, Dios la colmó cuando quiso y lo hizo en tal grado que la convirtió en su mensajera a través de la sonrisa y del corazón para ayudar a todas las personas del campo de concentración a encontrar un sentido de corredención, de redentor del género humano. La última anotación del diario es del 18 de agosto de 1943: “No lucho contigo, Dios mío. Mi vida no es más que un largo diálogo contigo” (p. 682).
La transformación final del alma de Etty Hillesum, desde marzo de 1942 cuando comenzaron aquellas visitaciones de Dios entre aquellos barracones ha terminado por ser total y radical. Así lo expone ella en un texto redactado en campo de Westerbork (Drenthe, Holanda): “¡Tengo en mí, Dios mío, una felicidad tan completa y perfecta!” (17 de septiembre de 1942, p. 549).
Enseguida, explicará con gran crudeza la misión que había recibido del mismo Dios: escuchar a la gente adentrarse en los corazones y presentarles a Dios para que entrara en esas almas, habitara en ellas y les devolviera el sentido de la vida.
La imagen que utilizaba era entrar en una casa vacía y desarbolada: “Entro, vago a través de los pasillos, de las habitaciones. La disposición es un poco diferente en cada casa. Sin embargo, todas son semejantes, y debería ser posible hacer de cada una de ellas un santuario para ti, Dios mío. Y te lo prometo, te lo prometo. Dios mío, te buscaré un alojamiento y un techo en el mayor número de casas posible. Es una imagen divertida: me pongo en camino para buscarte un techo. Hay tantas casas deshabitadas y te introduzco en ellas como al Huesped más importante que puedan recibir” (ibid., p. 550).
Es interesante esta frase de Etty Hillesum en su diario para conocer el estado de su alma: “será preciso que alguien sobreviva para atestiguar que Dios estaba vivo incluso en un tiempo como el nuestro ¿Y por qué no habría de ser yo ese testigo?” (122). En ese sentido recoge en su diario una conversación con un profesor al que le preguntaba: ¿Cree usted que se impondrá la democracia? Y la respuesta es impresionante: “ciertamente, aunque habrá que sacrificar algunas generaciones” (124). Terminaremos recogiendo un párrafo de una carta escrita por Etty Hillesum: “aquí reina una cierta penuria de amor, y yo, por mi parte, me siento tan inexpresablemente rica de Dios” (8 de agosto de 1943 p. 677).
José Carlos Martín de la Hoz
Paul Lebeau, Etty Hillesum, Un itinerario espiritual. Amsterdam 1941-Auschwitz 1943, sal Terrae, Santander 2023, 214 pp.