Es muy interesante, que la invitación a la santidad que el Concilio Vaticano II ha venido a recordar al mundo entero en la “Constitución Lumen Gentium”, es decir a millones de hombres y mujeres de todas las edades, clase, profesión y condición, no ha caído en saco roto, pues de hecho ya hay muchos matrimonios en proceso de beatificación y canonización.
Al final, como muestra la vida del doctor Cofiño, todo comenzó el 8 de diciembre de 1928 en una farmacia en la Sexta Avenida de Ciudad de Guatemala cuando las miradas de Ernesto Cofiño y Clemencia Samayoa se cruzaron para siempre.
Años después, se casaron tuvieron cinco hijos y Clemencia pudo escribir en su agenda: verdaderamente en el corazón de Ernesto lo primero soy yo, lo segundo los hijos y lo tercero el trabajo, ser el primer catedrático de Pediatría de la Universidad San Carlos de Guatemala.
Meses después, en un Velatorio se encontró con el arzobispo de Guatemala quien le dijo: “doctor Cofiño lleva usted un tiempo pidiéndome un director espiritual. Le voy a presentar al doctor Rodríguez Pedrazuela que acaba de llar a Centroamérica para empezar el Opus Dei aquí”. Meses después Ernesto sería el primer Supernumerario de Guatemala,
Indudablemente, esa vocación al Opus Dei no habría sido roturada por el sacerdote español sino por Clemencia pues el amor de Dios a través del amor conyugal había preparado aquella vocación que ahora será propuesta como modelo e intercesor por el papa Francisco.
Dentro de unos días saldrá publicado un trabajo sobre las mil primeras supernumerarias en donde se podrán leer abundantes historias de un querer de Dios que podrían haber empezado un poco antes o un poco después pero que, una vez arrancado, ya es imparable hasta el final de los tiempos.
En esas líneas queda claro que tanto ellas, las primeras mil, como las personas del Opus Dei que las formaron, empezando por san Josemaría, se tomaron en serio la formación de esas mujeres y su decisión de santidad. Anticiparon en 1950 la llamada universal a la santidad.
En segundo lugar, muchas de ellas recordaban el espíritu tan intenso de familia en el que se formaron, pues estaban constantemente planteándose cómo querer más a sus maridos y a sus hijos y cómo se volcaban unas con otras como verdaderas hermanas que se habrían tratado mucho y que se querían con locura.
Esta es la lección que deseamos recordar: “la revolución de la caridad”, como la ha denominado el papa Francisco al inicio de su Encíclica “Frattelli tutti” (3 de octubre de 2020). a la que queremos contribuir hoy con esta referencia a la vida del doctor Cofiño que acabamos de hacer.
José Carlos Martín de la Hoz
Ernesto Cofiño, complicidades sobrenaturales y humanas, Palabra, Madrid 2023, 98 pp.