Desde el comienzo del cristianismo, quedó claro que se trataba no de una religión más a las que ya se practicaban en el ámbito del Imperio Romano y que terminarían por quedar asentadas cómodamente en el “Panteón Romano”.

De hecho, una de las primeras acusaciones contra la Iglesia Católica de los primeros es que se erigía en religión única, la plenitud de la Revelación en a persona de Cristo, la radicalidad del amor a Cristo y de su seguimiento, como respuesta a la muerte redentora en la cruz.

Efectivamente, a lo largo del espacio y del tiempo, es decir de los siglos y los ambientes, la Iglesia ha sido periódicamente perseguida por negarse a ser banal o a desdibujar su origen y su fin, como por ejemplo nos recuerda la vida del gran historiador católico alemán asentado en Roma tras la segunda guerra mundial, Erik Peterson (1890-1960), quien en una obra breve pero clásica, se adentrará en el tema del monoteísmo como “problema político”.

Es muy interesante que a lo largo del siglo XIX-XX, en Alemania la vida intelectual y universitaria se trastocó casi irrespirable para un católico dentro del mundo protestante Académico. Es muy interesante escudriñar las obras de Erik Peterson o de su antecedente el historiador de Tubinga Johan Adam Möheler (1796-1838) y de tantos otros que abrieron camino y con obras importantes terminaron por hacerse respetar y ser leídos y apreciados.

Precisamente, nuestro autor vuelve a las obras de san Justino para mostrar cómo éste “utiliza el concepto político-teológico de la monarquía divina para fundamentar la superioridad del pueblo de Dios congregado en la Iglesia de Cristo sobre la fe politeísta del pueblo pagano” (62).

Enseguida, recogerá una afirmación de uno de los primeros apologistas cristianos sobre este tema. Teófilo de Antioquía quien contrapone el concepto de monarquía de Dios al dualismo platónico. Precisamente hablando de los poetas griegos afirma: “unos aceptan un solo Dios, otros, inspirados por los demonios, hablan de una cantidad de dioses. Cuando se ponen sensatos hablan, como los profetas, de la monarquía de Dios y del juicio. Esto es notable: la doctrina de la monarquía de Dios es un síntoma de la sensatez del espíritu y el politeísmo lo es de la ‘posesión’ del alma del poeta” (63).

Así pues, es interesante el ataque que sufrió Peterson hasta ser expulsado del mundo universitario en vísperas de la llegada de Hitler al poder, precisamente por desenmascarar el intento de los nazis de convertir la superioridad de la raza aria, en una nueva religión y, por tanto, la importancia de concentrar el poder en el único Führer: “este principio metafísico les resultaba elemental” (31). Es interesante, para terminar recoger que, como nos recuerda Peterson que el pueblo cristiano es un pueblo en toda regla ya que “la sangre del Cordero ha fundado un nuevo pueblo” (33).

José Carlos Martín de la Hoz

Erik Peterson, El monoteísmo como problema político, ediciones Trotta, Madrid 1999, 137 pp.