El pesimismo de Schopenhauer

 

Arthur Schopenhauer (Danzing 1788-Frankfurt 1860), uno de los grandes pensadores de la modernidad, es un intelectual formado a sí mismo, hijo de un rico comerciante alemán al que no sucedió en los negocios sino que vivió de las rentas, viajó por Europa y observó el mundo desde un particular ángulo de visión que fue el descubrimiento de la voluntad. Su obra fundamental: "el mundo como voluntad y representación" que se gestó entre 1814 y 1818, terminó siendo el objetivo de su vida filosófica.

Es interesante que el conjunto de las obras de tan singular personaje, hayan podido perdurar y llegar hasta nosotros, puesto que realmente no son ni fruto de un estudio sistemático de la filosofía, ni tampoco el resultado de seminarios interminables, ni fruto de sus clases ni siquiera del intercambio con profesores y alumno de una universidad.

Asimismo, tampoco es que tuviera unas profundas raíces familiares, con una gran biblioteca, con antepasados ilustres que le llevaran a profundos conocimientos. Finalmente, tampoco tuvo una estable vida matrimonial, ni siquiera un conocimiento profundo del alma femenina.

Las claves de esta obra filosófica están en el interesante estudio introductorio elaborado por el profesor Daniel Mundo de la Universidad de Buenos Aires, quien ha logrado reflejar en pocas páginas tanto una sintética biografía como de la obra escrita de nuestro autor, por la que hace muy atractiva la lectura del conjunto de las obras del pensador Shopenhauer.

Respecto a las notas englobadas bajo el sugerente título sobre "los dolores del mundo" hay que reconocer que se trata de una obra señera en el conjunto de la filosofía de uno de los padres de la modernidad, como es Schopenhauer.

Los textos de Schopenhauer se presentan y significan actualmente aforismos edificantes o divertidos e incluso chocantes, cuando en realidad y para la mente de nuestro pensador se trata de profundas reflexiones de la cruda vida de los hombres. Como nos explica el profesor Daniel Mundo, son sesudas reflexiones de un hombre que desea llevar a los hombres por el camino de una nueva filosofía que debería imperar en Alemania y, después, en el mundo, a través del imperio de la voluntad.

La cuestión es paradójica, como es sorprendente la verdadera sabiduría práctica, como es la verdad para Pascal o la mística para san Juan cuando escribe: “baja si quieres subir, pierde si quieres ganar, muere sin quieres vivir”.

En realidad, para nuestro autor, el problema estriba en su agnosticismo desconfiado que le lleva a un fuerte deísmo con ribetes de divinidades hindúes y brahámicas, a modo de barniz espiritual, pero que esconde el profundo vacío interior que hay en el alma de este pensador; fruto de la apostasía de Alemania (93).

Para nuestro Schopenhauer la voluntad se asemeja a la persistencia con la que la aguja magnética señala el norte o al anhelo del hierro que vuela impepinablemente hacia el imán y siempre. Es terrible, por tanto, haber convertido el amor en vacío, en práctica pasajera sensorial, en dominio y posesión del otro. Las palabras dedicadas a la mujer, al amor y al matrimonio, expresan claramente el terrible drama de la filosofía cuando pierde el camino de la sabiduría (129).

José Carlos Martín de la Hoz

Arthur Schopenhauer, Los dolores del mundo, ediciones sequitur, Madrid 2020, 140 pp.