Estamos celebrando el V Centenario de la llegada de Francisco de Vitoria a la catedra de Prima en la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, con lo que comenzaría propiamente la llamada Escuela de Salamanca. Es decir, celebramos el arranque de un magisterio que ha durado hasta la actualidad y que impulsó un modo nuevo de hacer teología que cristalizó en un método teológico que se empleó en la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II.
Además, Francisco de Vitoria formó a su alrededor, tanto en la Facultad de Teología, como en otras Facultades de la Salmantina y en otras universidades de Europa y América una pléyade de discípulos que continuaron su modo de entender la teología y aplicarla a los problemas de su tiempo.
Asimismo, Francisco de Vitoria asentó su magisterio sobre el concepto de la dignidad de la persona humana, pero como imagen y semejanza de Dios y, por tanto, a ser llamados miembros vivos del cuerpo místico de Cristo y, por tanto, con un gran amor y veneración por la Iglesia santa.
Precisamente, entre las Relecciones teológicas (discursos anuales que pronunciaban los catedráticos de la salmantina ante el claustro y la universidad sobre temas de actualidad) con las que revolucionó la teología, el derecho y la economía de su tiempo, hay tres que fueron de particular importancia para clarificar el poder de la Iglesia y su relación con el poder civil.
En efecto, desde 1528 hasta 1534, en diversas relecciones se ocupo de tan importante y delicada materia. Aunque no publicara él el texto sino sus discípulos, sí que partieron de sus guiones y sus clases sobre la materia, eso explica algunos saltos en la exposición y la premura de tiempo en el desarrollo de la misma.
Evidentemente, el aspecto fundamental que hemos de subrayar en estas Relecciones es que el poder eclesiástico, como el poder civil proceden de Dios. En el caso de la Iglesia es Jesucristo quien da al papa, a Pedro y a sus apóstoles, a los obispos en comunión con él, el poder de las llaves. Es decir, que desde el día de la ascensión se les concedió los tres “munus”; el oficio de enseñar, de santificar y de regir, para llevar a la Iglesia por caminos de salvación. Evidentemente el poder eclesiástico y el poder civil actuarán coordinadamente y en planos diferentes por lo que no interferirán y se complementarán mutuamente. Eso sí con Vitoria se vivirá el apogeo del derecho natural y del derecho de gentes que fundamentarán el derecho internacional (14).
Para Vitoria todo poder procede de Dios al pueblo y este lo entrega a los gobernantes para que busquen el bien común. En la Iglesia el poder es entregado al Papa y a los obispos en comunión con él (97).
José Carlos Martín de la Hoz
Francisco de Vitoria, El poder de la Iglesia. Relecciones teológicas. Edición de Luis Frayle Delgado, Tecnos, Madrid 2018, 241 pp.