El racionalismo ilustrado

 

En el capítulo dedicado a la “racionalidad de los enunciados religiosos”, dentro del ensayo sobre filosofía de la religión, escrito por el profesor emérito Pere Lluís Font (1934), de la Universitat Autònoma de Barcelona, deseamos resaltar la interpretación que realiza nuestro autor de la Iglesia Católica acerca del ecumenismo y, más en concreto, de las relaciones con las confesiones y religiones no cristianas.

El marco donde desea moverse nuestro autor en esta parte de su trabajo, podía ser muy bien el siguiente: “Está en primer lugar, el «racionalismo ilustrado», que busca dar una justificación racional de los «dogmas» de la religión natural y que niega la justificación racional del resto” (136-137).

Indudablemente, en el Documento clave del Concilio Vaticano II acerca de esta materia, la “Unitatis redintegratio” (1964) se habla de que verdaderamente Jesucristo, el Hijo de Dios, trajo la plenitud de la revelación, por lo que en alguna de esas religiones podría “haber verdades”, pero no la “plenitud de la Verdad. Esto es un don de Dios que hay que saber administrar.

Ahora bien, nuestro autor no andará por esos caminos, sino que recordará y regresará a la filosofía de Hegel, cuando afirmaba de modo contundente que la filosofía de la religión, es decir, su pensamiento completo: “que considera su filosofía la expresión del verdadero cristianismo” (137).

Enseguida añadirá nuestro autor, algo verdaderamente contundente: “tanto el racionalismo ilustrado como el racionalismo especulativo tienen el inconveniente de construirse una religión a medida, en la que no se reconoce ninguna de las religiones realmente existentes” (137).

Es interesante recordar lo que san Agustín afirmaba respecto al trato con Dios, pues siempre hay algo velado, que se escapa, que requiere pedir luces, pues no es que la fe sea oscura, sino que es una luz cegadora: “Si lo comprendes es que no es Dios” (Sermon 52, PL 38, 360).

Así pues, vuelve al problema de las pruebas de la existencia de Dios: “El desencadenante fue el llamado desafío falsacionista de Antony Flew, que en la conocida parábola del jardinero reprocha al creyente que haga compatibles sus creencias con cualquier estado de cosas” (139).

Precisamente, cuando Flew se convirtió al teísmo después de cincuenta años, la revolución es Oxford fue considerable: “reconocía que los enunciados religiosos tienen carácter cognoscitivo y se esforzaba, con Flew, por encontrar de esta alguna forma de verificación empírica” (139).

Terminará nuestro autor hablando “de la superioridad de la certeza de la fe sobre el valor de los argumentos (…). La fe debe ser la confianza intima de haber hecho el buen discernimiento” (154). En realidad, es un razonable don de Dios.

José Carlos Martín de la Hoz

Per Lluís Font, Filosofía de la religión, seis ensayos y una nota, ediciones Fragmenta editorial, Barcelona 20020, 220 pp.