El sentido del pecado

 

En el interesante trabajo de conjunto que ha publicado ediciones sígueme, acerca del misterio de la redención y del sentido de la reparación a lo largo de la historia, coordinado por la profesora Nuria Martínez-Gayol, se trata, en primer lugar, de la profunda crisis a la que la teología católica debía enfrentarse desde el final del Concilio Vaticano II y, en concreto, en los retos relativos a la teología moral y al tratado de la soteriología.

En efecto, se trataba de un momento de gran zozobra y, además, que sobrepasó al ámbito de los especialistas, para llegar al pueblo cristiano y lo hizo de modo sorpresivo, puesto que, cuando se esperaba que llegara a la Iglesia una espléndida primavera cristiana después de la riqueza doctrinal del Concilio, en cambio, apareció de repente y de modo enérgico, el fenómeno de la contestación.

Por este motivo, en aquellos años, vivíamos con dolor la gran amargura y el sufrimiento del papa San Pablo VI, cuando afirmaba que el mayor pecado de nuestro tiempo era la pérdida del sentido del pecado. Esto quería decir, que muchos hombres estaban ofendiendo a Dios sin saberlo, y que ellos mismos se estaban dañando a sí mismos por esos errores y, además, no se arrepentían ni rectificaban por falta de la necesaria formación-

Lógicamente, en aquellos años algunos teólogos se dejaron llevar errores teóricos y prácticos de modo que el concepto de redención salvífica, el de satisfacción, de conmiseración, de mérito, en definitiva, tantos y tantos grandes hallazgos y subrayados teológicos que habían sido recibidos por la verdad católica, había ido cayendo en una profunda crisis en la vida y en la doctrina de un buen número de fieles.

Es importante caer en la cuenta, de cómo algunos teólogos en vez de intentar desarrollar aún más y mejor la soteriología, de modo que fuera cada vez más inteligible al hombre moderno, se dejaron llevar por el desánimo y la duda y fueron intentando construir un nuevo tratado de soteriología como si no hubiera nunca habido pecado personal ni original. Lógicamente, dejarse llevar por la ausencia del concepto de pecado como ofensa real, produce un consecuente deterioro y una lejanía real en nuestra relación con Dios, pues no podemos negar la evidencia sin caer en la más completa superficialidad. En esa línea vale la pena leer la teología ficción que a modo de sátira enuncia el profesor Cordovilla: “la salvación que ofrece el cristianismo se enraíza en la existencia humana en una triple perspectiva: como superación de las necesidades que padecemos; como realización de las aspiraciones más profundas de perfección, plenitud y felicidad que sentimos; como anhelo de lo absolutamente sano y santo” (19).

Es evidente que el fundamento del amor a Dios es el descubrimiento de que Él nos amó primero y que en el momento de la caída y de la expulsión del paraíso, ya Dios abrió el camino de la redención: la virgen aplastaría la cabeza de la serpiente: “Ipsa conteret”.

José Carlos Martín de la Hoz

Nuria Martínez-Gayol (cood.) Retorno de amor. Teología, historia y espiritualidad de la reparación, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 366 pp.