El ser personal de Dios

 

Las diversas pruebas de la existencia de Dios que se han expuesto y desarrollado a lo largo de la historia de la filosofía y que continúan siendo hoy objeto de apasionantes debates, tienen un objetivo muy ambicioso que es llegar hasta mostrar la invitación del hombre por Dios a una relación íntima y personal.

En esa dirección se mueve el extenso trabajo del experto en Ortega y Gasset, Juan José Garrido Zaragoza, profesor de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, al final de un interesante estudio que acaba de publicar sobre "El camino del intelecto humano hacia Dios", en el que deseamos ahora poner nuestra atención, aunque sea brevemente.

En las últimas páginas conclusivas de su extenso trabajo, nos recuerda Garrido que “Dios es realidad absolutamente absoluta” es decir va a detenerse a profundizar en el aspecto final de su itinerario intelectual hacia Dios, que “la realidad divina, que es la razón de ser de todo cuanto hay, no sólo es una realidad necesaria y absoluta, sino «absolutamente absoluta», es decir, personal” (81).

Según la metafísica clásica, nos recuerda Garrido: “Dios es la «realidad divina», razón de ser, causa trascendente y fundamento último de todo lo que hay: es el Ser que hace que las cosas sean”. Asimismo, describirá las realidades personales que “ocupan ontológicamente el lugar superior: son seres con más plenitud de ser que los puramente exteriores, poseen mayor perfección en su ser”.

Finalmente, añadirá: “Pensar que la realidad divina, fundamento trascendente de todo cuanto hay, y, por tanto, de las realidades personales (inteligentes y volantes), no posee en grado eminente la perfección de ser realidad personal, sería absurdo. En consecuencia, es perfectamente lógico concluir que Dios es una realidad suprapersonal. Y ello aunque seamos incapaces de determinar el modo en que es persona, pues se escapa a nuestras limitadas capacidades” (81).  

Enseguida comentará “Y el Dios personal está en la base de la actitud religiosa. Dios es Alguien que puede querer «manifestarse» al hombre, entablar con él un diálogo, proponerle caminos de plenitud, intervenir en su historia, etc. Un Dios personal abre la posibilidad de una revelación, con todo lo que ello supone, pues si el hombre posee unos límites insalvables en el conocimiento y posesión de lo absolutamente trascendente, Dios puede romper esos límites y hacerse asequible al hombre en el conocer y en el ser” (82).

La conclusión es clara: “la fe no es conclusión de un razonamiento, pero este proceso intelectual hace «razonable» la fe que ya se posee, y esto no es nada despreciable en los tiempos que corren” (83). Es más, la fe se presenta como digna de respeto y fuente de plenitud: hay conexión entre el Dios personal de la filosofía y el Dios personal de la fe.

José Carlos Martín de la Hoz

Juan José Garrido Zaragozá, El camino del intelecto humano hacia Dios, en Anales Valentinos, Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, Nueva Serie VI/11 (2019) 67-83.