El sistema operativo

 

En el interesante trabajo publicado por el ensayista, académico y expolítico liberal canadiense Michael Ignatieff, profesor de las más prestigiosas universidades del mundo, se detiene a analizar pormenorizadamente ciertas cuestiones acerca de la ética y de la convivencia en un mundo globalizado, sobre todo en las ciudades superpobladas del mundo.

En concreto se pregunta el profesor Ignatieff, por el sistema operativo que debería aplicarse para encausar a colectivos tan dispares y a personajes tan autónomos e independientes entre sí para que funciones la civilización de la confianza: “las virtudes ordinarias (confianza, honestidad, cortesía, tolerancia, respeto) son el sistema operativo de cualquier comunidad” (81).

Lógicamente, el punto cero se llama seguridad, pues como explica este magnífico tratado acerca de la ética global y de la situación actual de la antropología humana en tiempos de la globalización:” sin seguridad, la confianza entre desconocidos es imposible” (81).

Precisamente, su experiencia política le ha proporcionado un gran realismo acerca de la honradez intelectual, las incidencias de las corrientes de opinión y, en definitiva, hacía donde se dirige el pensamiento: “en una ciudad con una economía moral saludable, los riesgos morales son recompensados, se devuelve confianza y se forma la reciprocidad básica” (81).

Enseguida se detiene nuestro autor en la enumeración de reglas básicas que son generadoras indudablemente de confianza: “la prohibición de la violencia, los falsos testimonios y las mentiras; algunos principios que promueven la reciprocidad, como tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Siempre que estos mandamientos morales gocen de un respaldo mayoritario, la amenaza proveniente de aquellos que no los compartan será limitada” (82).

Resulta curioso para quien vive en una sociedad occidental la enumeración realizada por nuestro autor, pues podría haber enumerado los diez mandamientos contenidos en el Antiguo Testamento y concluir con el mandamiento de la caridad, puesto que corresponden con la ley natural, y porque son los que han construido nuestras ciudades y civilizaciones desde el medievo hasta nuestros días junto con el derecho romano y la filosofía griega.

Asimismo, señala cómo en las megaciudades superiores a los diez millones de habitantes, resulta de una gran importancia que todo sea previsible, como quien se incorpora a una autopista, cuenta con que será admitido en el flujo con que él también lo hará con otros cruces: “es importante que una ciudad se presente como un todo moral, para que crea que comparte una identidad básica como comunidad” (87). Es evidente que no se trata de política de resignación sino de construcción habitable (104).

José Carlos Martín de la Hoz

Michael Ignatieff, Las virtudes cotidianas. El orden moral en un mundo dividido, ediciones Tauris, Barcelona 2019, 335 pp.