Giovanni Maria Vian, catedrático de historia de La Sapienza de Roma y antiguo director de L’Osservatore Romano, ha redactado un interesante trabajo mitad histórico  y mitad periodístico, acerca del desarrollo del papado en los siglos XX y XXI, centrado en el trabajo y organización de la Curia Romana. El libro se presenta periodísticamente como una alegoría a la famosa profecía apócrifa de san Malaquías acerca del último papa que reinaría en la historia y que “teóricamente” daría paso al comienzo del fin del mundo y que, según la profecía, se denominaría Juan XXIV. En realidad, fuera de la portada, del prólogo y del epílogo el libro es un trabajo de historia fundado en fuentes documentales del Archivo vaticano y en testimonios de variable rigor.

El libro se ha presentado en determinada prensa como una crítica sobre algunas facetas del pontificado de los últimos papas desde san Juan Pablo II hasta nuestros días, aunque en realidad estamos ante un análisis de variable valor.

En realidad, el profesor Vian, conocedor de la Curia Romana y de la historia contemporánea de la Iglesia, se hace eco de una apreciación abundantemente desarrollada por los grandes intelectuales cristianos de la historia reciente como Merry del Val, Romano Guardini, Hans Urs Von Balthasar, Rahner, Ratzinger y más recientemente por Andrea Riccardi.

Según Vian, la Iglesia debería abandonar el estilo y los modos propios de la sociedad de la cristiandad, es decir los correspondientes a la connivencia con el Estado que se da desde tiempos del emperador Constantino hasta nuestros días, para reconocer que la separación Iglesia y Estado es irreversible y que las raíces cristianas de la sociedad están desapareciendo a gran velocidad, para entrar de lleno y en pocos años en una nueva civilización y cultura post cristiana globalizada.

En ese sentido, cuando afirmaba san Juan Pablo II que la nueva evangelización era “nueva en su ardor, método y expresiones”, se estaba refiriendo a una sociedad todavía con raíces cristianas que podría “des-secularizarse” y volver a ser cristiana en bastante medida, es decir, una sociedad humana todavía con raíces cristianas fundada en el Evangelio, la filosofía griega y el derecho Romano.

Seguramente, aunque no lo dice explícitamente, lo que está planteando Giovanni María Vian, en el fondo, sería la conveniencia de celebrar un nuevo Concilio Vaticano III que dialogue con el mundo actual. Volver a reescribir “Gaudium et spes”, analizar la sociedad occidental actual para ayudarla a encontrar planteamientos educativos, antropológicos, filosóficos y espirituales que vuelvan a revalorizar la dignidad de la persona humana y abran horizontes de esperanza a una sociedad en decadencia. Desea que la Curia salga de la autoreferencialidad (205) y vuelva al estado de derecho (213).

Conviene caer en la cuenta que la sociedad liberal, como la socialdemócrata han periclitado y estamos encaminados a una nueva cultura y civilización en la que los parámetros culturales y sociales son distintos.

Hay que descubrir que hay inmensas capas de la sociedad actual que no tienen otros intereses mayores más que la autoafirmación personal, la autonomía moral, el placer y la comodidad y que el primer mundo, de hecho, desprecia la solidaridad y la emigración porque se ha vuelto cruelmente insolidario precisamente por abandonar los valores espirituales.

La sociedad del primer mundo está autodestruyendo a gran velocidad: valores fundamentales como el amor, la familia, la amistad, el trabajo, la cultura, la serenidad de juicio, la mirada espiritual y trascendente, e incluso la ecología y el medio ambiente, la paz.

Vian, tendremos que recordar que la Iglesia católica tiene la solución: la persona humana y divina de Jesucristo y su doctrina salvadora. Su capacidad de arrastrar y transformar de encender y abrir horizontes de felicidad, de amor ilimitado y de preocupación por los demás, la familia, el mundo, los necesitados, los descartados. Lo decía Benedicto XVI de una manera muy gráfica: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus Caritas est, 25.XII.2005, n. 1).

En cualquier caso, nos recordará Vian es preciso reescribir parte de la doctrina cristiana para dar respuesta desde Cristo a los problemas reales que aquejan a los hombres y especialmente a los de las capas gobernantes de este mundo nuestro: una nueva antropología, atractiva y consecuente con la dignidad de hijos de Dios, dotados de libertad y de dignidad (25).

En ese sentido, Vian dedicará unas cuantas páginas a subrayar el documento final por el que el papa hizo suyas las conclusiones del “sínodo de la sinodalidad” el 24 de noviembre de 2024, unos meses antes de fallecer. Ese extraordinario documento post sinodal conecta muy bien con las sensibilidades actuales, también en otras confesiones religiosas y en la propia organización social de la economía y de la empresa y en el modo de trabajar en equipo que se ha impuesto. Precisamente, el documento final subrayara Vian nos habla de meter el hombro y de sentir la Iglesia como propia. A la vez, los obispos del mundo entero y el papa, como padres de familia vigilarán el rumbo de la Iglesia universal (39).

Lógicamente, muchas de las propuestas futuristas que se exponen a lo largo de este trabajo son completamente opinables y tocan puntos sensibles de la tradición de la Iglesia, por lo que hay que tomarlas con libertad, así como han sido expresadas con naturalidad como, por ejemplo, la propuesta de destrucción de las obras de arte realizadas por determinados artistas de nuestro tiempo enredados en causas jurídicas terribles (47). Finalmente, planteará en directo la reforma de la Curia pontificia, sus métodos de trabajo y aportación de ideas continuistas desde el código de 1917 (98).

Los comentarios sobre el Opus Dei son sesgados, imprecisos y sujetos a una dinámica falsa: jamás el Opus Dei ha querido ser excepción, ni vivir al margen de los obispos, ni ser una institución de poder, sino servir a la Iglesia y a las almas (218). Martínez Brocal no es numerario del Opus Dei aunque lo repita varias veces (229).

José Carlos Martín de la Hoz

Giovanni Maria Vian, El último Papa. Retos presentes y futuros de la Iglesia Católica, ediciones Deusto, Barcelona 2025, 252 pp.