El viejo trueno. Biografía de Hilaire Belloc

 

Joseph Pierce (Londres 1961) es profesor visitante de Literatura en el Thomas More College en New Hampshire. Está considerado como uno de los mejores especialistas en literatura contemporánea gracias a sus biografías de grandes literatos.

El autor utiliza un relato cronológico de la vida de Hilaire Belloc (1870 – 1953) pero respetando una unidad temática en breves espacios de tiempo (dos/tres años) que le obliga a vueltas atrás para retomar el orden cronológico de la narración.

Para ello, utiliza una abrumadora cantidad de bibliografía y documentación que cita a pie de página que demuestra una concienzuda preparación y análisis de la arrolladora personalidad del protagonista que va apareciendo en el relato a lo largo de una intensa narración que capta al lector una vez situado en el entorno del mismo.

Hilaire Belloc nace el 27 de julio de 1870 en una encrucijada temporal a finales del siglo XIX en La Celle Saint Cloud a 20 kilómetros de París de padre pintor que llegó a tener obras en el Louvre y madre de ascendencia inglesa. Hacía una semana que Francia había declarado la guerra a Prusia, ese mismo mes el Concilio Vaticano I proclamaba la infalibilidad del Papa y el día de su nacimiento una impresionante tormenta se cernió sobre el pequeño La Celle Saint Cloud.

Su familia emigra a Inglaterra ante el cariz de la guerra franco-prusiana y el joven Hilaire se educa en el colegio del Oratorio fundado por John Henry Newman y dirigido en ese momento por el Cardenal Manning. Después de un intento de formarse en Paris en el colegio Stanislas del que desiste, regresa a Inglaterra y entra en la universidad de Oxford donde completará su formación inglesa.

En 1894, con 24 años, preside la Oxford Union que supone un triunfo en su entorno intelectual. Su primer libro de poesía lo publica en marzo de 1896 pero no es hasta noviembre de ese año que consigue notoriedad con su libro de poesía de relatos infantiles “Bestiario para niños malos” A partir de ese momento y para conseguir unos ingresos para su recién formada familia con la norteamericana Eloise con la que se casa en 1896, pronuncia una serie de conferencias que le proporcionan una gran notoriedad por su magnetismo personal, su ferviente oratoria y la catarata de ideas que razona de manera convincente.

Su personalidad desborda optimismo, seguridad, capacidad de sacrificio hasta llegar a la obstinación, valor, lealtad, sinceridad y, sobre todo, una arrolladora fe en la Iglesia católica con un indubitado amor filial al Papa que defenderá con sus dotes naturales en el entorno hostil de la intelectualidad de Oxford. Ello le crea problemas profesionales que no rehúsa y hace frente con valentía presentándose a un examen para obtener una beca con una imagen de María que coloca en su escritorio.

En 1897 conoce a Maurice Baring y en 1900 a Gilbert K. Chesterton con el que realizará trabajos conjuntos literarios y gráficos.

Después de su peregrinación a Roma en 1901 escribe su célebre “Camino a Roma” que tanta influencia tendrá entre los literatos de la época para su conversión al catolicismo.

A partir de 1908 se introduce en la defensa de la religión y en la política llegando a ser miembro del Parlamento donde destacará por su oposición al socialismo y sus ataques a la visión descreída y acomodaticia de la sociedad de la época, actitud que practicaban los políticos que sufrieron su oposición en forma de vendaval literario en colaboraciones periodísticas, discursos y ensayos. De 1908 a 1910 publica una gran serie de ensayos sobre todo tipo de temas con gran calidad literaria que incrementan su fama por el éxito obtenido.

En definitiva, Hilaire Belloc fue en su tiempo un inconformista valiente que utilizó sus dotes naturales en proclamar y defender aquello en lo que creía; hoy lo llamaríamos un hombre situado en una posición “políticamente incorrecta”. Ello supuso su marcha de la política en las siguientes elecciones.

Las desgracias afligen a Hilaire Belloc en 1914 -18 con la muerte de su esposa Elodie la noche del 2 de febrero de 1914 y la desaparición de su hijo Louis en un vuelo de combate en 1918 durante la I guerra mundial; Belloc se refugia en sus amigos y con entereza afronta esta nueva vida frisando ya los cincuenta años.

No evita el autor el confuso episodio del pretendido antisemitismo de Belloc por varios comentarios suyos y, especialmente, por la publicación en febrero de 1922 de su libro “Los judíos” Sin embargo, un detenido análisis de las afirmaciones vertidas por Belloc en él, no permiten concluir que el calificativo de antisemita se pueda aplicar con propiedad a Hilaire Belloc. Situémonos en el entorno histórico que hizo al mismísimo Winston Churchil escribir en Illustrated Sunday Herald el 8 de febrero de 1920 una diatriba sobre el papel de los judíos en la revolución bolchevique.

Sin duda, la descripción de Wyndham Lewis en el Catholic Herald el 24 de julio de 1953 resulta muy completa:

“…su polifacética fama como maestro de la prosa inglesa, brillante orador (…), considerable poeta, tanto serio como ligero, delicioso ensayista, formidable argumentador, historiador que enfurecía a la oposición anticatólica, satirista considerado por The Times como a la par de Maugham y Waugh, viajero, polemista, ciudadano de Europa, el profeta de El Estado servil (1) y un gran hombre en todos los sentidos”

Quizás, algunos podrían concluir, al acabar de leer este libro, que la personalidad de Hilaire Belloc es lo que necesita ahora Europa para salir de su confusión y abatimiento.

 (1) El Estado Servil causó una honda impresión al poco tiempo de su publicación, de manera especial en el economista austriaco Friedrich Hayek, quien en su obra más celebérrima Camino de servidumbre alaba la profundidad y acierto del análisis de Belloc.

 

Cayetano López Fernández

Joseph Pierce. El viejo trueno. Ed. Palabra. 2016.