Encarnita Ortega Pardo

 

El 5 de mayo de 2020 comenzamos a celebrar el centenario de la Sierva de Dios Encarnación Ortega Pardo (1910-1995) fiel de la Prelatura del Opus Dei que falleció con fama de santidad y cuyo proceso de beatificación se celebró en la diócesis de Valladolid entre el 2009 y 2013. Su Positio sobre las virtudes, vida y fama de santidad está actualmente a la espera de estudio en la Congregación para las Causas de los Santos de Roma.

Encarnita nació en Ponte Candelas Pontevedra, el 5 de mayo de 1920, una pequeña localidad gallega donde su padre había sido destinado como jefe de telégrafos y donde había contraído matrimonio. Allí transcurrieron los primeros años de su vida junto sus hermanos Teresa y Gregorio.

Pocos años después su padre fue ascendido a jefe de telégrafos de Teruel, una plaza ya importante y donde pudieron reunirse toda su familia. En aquella localidad creció, hizo la primera comunión, recibió la confirmación, vivió la muerte de su madre en el parto del cuarto hijo, lo que provocó que la familia estrechara lazos alrededor de su padre y sus tías, un hombre de un gran buen humor.

A los 16 años su vida dio un vuelco radical, pues en pocas semanas pasará de ser una joven estudiante a trabajar en un hospital militar y asistir a una de las escenas más cruentas de la guerra civil que fue la toma de Teruel en los primeros días de enero de 1937 a muchos grados bajo cero.

La guerra dejó grabadas en su alma dos heridas que nunca cerraron. Los dolores de cabeza tensionales, con los que convivió toda su vida y la pérdida del apetito, por el que comer fue un sacrificio constante y un motivo de vencimiento.

En abril de 1941 mientras preparaba los exámenes de bachillerato para recuperar el tiempo perdido durante la guerra sacaba adelante la casa y las responsabilidades en la Acción Católica de Valencia, asistió a un retiro espiritual en Alacuás dirigido por san Josemaría que cambiaría radicalmente el rumbo de su vida pidiendo la admisión en el Opus Dei. Desde entonces su fidelidad fue a más en la medida en que iba conociendo mejor el espíritu de santificar todos los momentos y circunstancias de la vida ordinaria en amor de Dios y en amor a los demás.

Tras unos años de colaboración en las tareas de la puesta en marcha del primer centro del Opus Dei en Madrid, en 1946, viajó a Roma para colaborar con el Fundador en la tarea de la expansión del Opus Dei en el mundo entero.

Al cabo del tiempo, a pesar de seguir los consejos de los médicos ninguna de las secuelas de la guerra cedió, ni las jaquecas, cada vez más frecuentes ni la falta de apetito que continuaron en aumento, por lo que hubo de abandonar Roma y el intenso ritmo de vida de la sede central, para buscar primero en Barcelona y luego en Oviedo y Valladolid una vida de un poco más de sosiego y tranquilidad. La realidad es que los problemas de salud continuaron pero ella desplegó una gran actividad formativa, social y educativa en favor de la promoción de la mujer, poniendo en marcha tareas asistenciales en esas ciudades y desarrollando un intenso apostolado de amistad.

José Carlos Martín de la Hoz