Fe en Dios y fe en la vida

 

El extenso y sugerente tratado acerca de la teología de la creación, preparado por el profesor José Granados García, de la Universidad Pontificia de san Dámaso de Madrid y del Instituto Juan Pablo II para la familia de Roma, que deseamos presentar ahora, aunque sea muy brevemente, aporta cuestiones y luces de gran densidad teológica, a la vez que ha sido redactado y publicado con la sencillez propia de un maestro universitario.

Nuestro autor, después de asentar, en las primeras páginas, las cuestiones clave de la materia incluida en la teología de la creación y, por supuesto, de dejar caer y de mostrar claramente el “status quaestionis” de dicha materia en el panorama historiográfico actual, desciende en picado en la dirección de uno de sus temas favoritos de investigación, es decir, nos referimos a la relación del creador con la creatura, la estrecha connivencia de la relación entre Dios y el hombre que, en este caso, resume con la afirmación clave: “fe en Dios y fe en la vida”.

Efectivamente, es providencial el realismo sobrenatural: “confesamos al Creador con la misma intensidad con que confesamos estar despiertos. Y esto significa que aceptar la realidad del Creador es aceptar la realidad de las cosas creadas. Quien no confiesa al Creador dudará siempre de la consistencia última del mundo. Solo reconociéndole se está seguro de que el mundo no es pasajero fingimiento, sino que tiene sustancia, poso de ser, vocación íntima” (51).

Uno poco más adelante nos recordará que la relación se funda en Dios, puesto que: “la armonía propia del hombre con su mundo, propia de la morada, es algo que el hombre no puede fundamentar desde si mismo. Esto se aplica, no solo al inicio temporal de la vida, cuando somos acogidos en nudo desvalimiento, sino a todo lo largo de su existencia” (53).

Enseguida afirmará que, si este mundo es habitable y hermoso a la vista, no solo es porque ha sido hecho para el hombre, que al decir del Concilio Vaticano II, es el único ser creado querido por sí mismo, sino, sobre todo, porque es habitado por Dios, sostenido por el creador e iluminado por dentro y por fuera con la presencia de su bondad y belleza.

 Es interesante que en ese marco sea en el que sitúa la apuesta de Pascal por la alabanza a Dios como sentido de la vida: “Pascal había separado dos magnitudes: vida en este mundo y vida eterna. Apostar esta poca vida a la carta de Dios es razonable, según él, ya que es posible ganar una vida eterna. Poco se pierde si se yerra, mucho se gana acertando (…). Establecemos más bien una sinergia: a más vida eterna, más vida en este mundo; a mayor aceptación del Creador, mayor densidad se reconoce a sus creaturas. La fe en el Creador nos devuelve a la plenitud de la vida, para que podamos afrontarla con ojos abiertos y esperanzados” (60).

José Carlos Martín de la Hoz

José Granados García, Teología de la Creación: de carne a gloria, ediciones Didaskalia, Madrid 2020, 544 pp.