Filosofía y revelación

 

El pensador Miguel Rodríguez de Peñaranda (Madrid 1974) es un autor bien conocido en los ámbitos intelectuales, buen polemista, ensayista y escritor de obras importantes en el terreno del pensamiento político y en la filosofía de las religiones, sobre todo en el budismo y religiones orientales.

En esta ocasión aborda una cuestión importante, tanto para los creyentes, como para los buscadores insaciables de la verdad, como es la relación entre filosofía y religión católica pues, entre otras muchas cosas la centralidad de Jesucristo y, por tanto, la plenitud de la Revelación de Dios al mundo, no puede ni obviarse ni ignorarse aunque algunos lo intenten y durante generaciones muchos pensadores hayan actuado como si Jesucristo no existiera.

Efectivamente, es en el capítulo cuarto de esta extensa obra, cuando nuestro autor abordará, con relativo éxito, los grandes debates teológicos de la antigüedad (como son la unidad y la Trinidad en Dios y las dos naturalezas en la única persona de Cristo) cuando precisamente se adentra en la cuestión central: “La buena nueva de la resurrección es un evento histórico, y así se desarrolla en términos narrativos, pero a partir del prólogo del Evangelio de Juan la revelación penetra de lleno en el territorio del «lógos», fecundando toda una serie de especulaciones que, aunque según parece se ocultan a casi todos los pensadores profesionales, engendran de hecho el pensamiento moderno y actual” (125).

En las siguientes páginas nuestro autor va a enredarse en un largo, complejo y prolijo discurso acerca de los argumentos de conveniencia de la revelación, de los límites de la misma y de su extrema complejidad que terminará, como no podía ser de otro modo, que afirmando la cruda realidad: ”Solo puede accederse a sus entrañas mediante la fe, que no es una creencia cualquiera o concreta sino el preciso modo de vinculación correspondiente a lo eterno” ( 130).

Es discutible las teorías de nuestro autor acerca de la presentación de la cuestión cristológica a lo largo de la historia; entre cristologías no calcedonianas y, después, las calcedonianas, así como el péndulo entre monofisismo y arrianismo, de modo que algunos herejes han negado la naturaleza humana de Cristo y otros la divina (137).

En las últimas páginas, nuestro autor aventura hipótesis de lo que sería más inteligible para el hombre sobre la Eucaristía: “Si dejamos a un lado la idea de Cristo como persona y nos ceñimos a la definición de Calcedonia de unión sin confusión entre dos naturalezas, abrimos mayores perspectivas de éxito a una empresa semejante, sin que queda decirse nunca por adelantado la última palabra” (547). Es claro que no ha entendido que revelación significa “locutio Dei ad homines”, es decir, que se puede asimilar mejor o peor, pero nunca cambiarla. De hecho, Jesucristo ante una insinuación de este tipo planteó a sus apóstoles: “¿También vosotros queréis iros?” La respuesta de Pedro fue clara: “donde iríamos, solo tú tienes palabras de vida eterna” (Io 6, 60-71).

José Carlos Martín de la Hoz

Miguel Rodríguez de Peñaranda, Filosofía y Revelación. Satélites incluidos, Editorial manuscritos, Madrid 2021, 555 pp.