Forjadores de la tolerancia

 

En este libro colectivo coordinado por la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, María José Villaverde Rico, sobre la historia de la tolerancia en Europa, se busca primordialmente identificar a los principales protagonistas del establecimiento en la cultura de la modernidad de este principio básico de la convivencia.

A la vez, la coordinadora, se detiene largamente en las dificultades intrínsecas y extrínsecas que debieron superar, pues, como veremos seguidamente, desde el comienzo de esta historia quedan muy claro que mentalmente ellos también eran intolerantes (intrínseco), aunque buscarán ser tolerados y propiciar ciertas tolerancias.

Es más sobre el propio término, la coordinadora afirma que: “Estas páginas hablan del lento discurrir de la tolerancia hasta convertirse en libertad, en respeto, en reconocimiento. Y es que con el paso de los años, el significado del término ha ido variando” (13).

Y, un poco más adelante, puede ya establecer una primera definición de la tolerancia: tolerancia sería desde el romanticismo “el derecho de cada persona a regir su vida de acuerdo con sus propios criterios” (14).

De hecho, concluye que no se trata de hablar por hablar sino de determinar claramente la tolerancia, pues “La existencia de autoridades con poderes para tolerar significa un ataque a la libertad de pensamiento; porque, justamente si tolera, tiene también el poder de no tolerar” (15).

Es más, se nos recuerda enseguida que al distinguir entre moral y economía, ya no tendría sentido ni la sobriedad no la templanza (16). Esto quiere decir que “Impedir la existencia de los cristianos no era exagerado ni intolerante” (17).

La explicación sobre porque no toleraban tampoco a los ateos es clara: “según la mentalidad de la época, los no creyentes no eran personas fiables y no respetarían los acuerdos ni los contratos ni el andamiaje legal sobre el que se alzaba la sociedad (al no estar sujetos a las leyes divinas). Y es que la religión era aún la espina dorsal de la moralidad y quien no creía en Dios no podía tener una conducta ética. De ahí la extrañeza que podía despertar la existencia -inconcebible para la época- de ateos virtuosos (Bayle)” (18).

Así pues Bayle que socavaba toda autoridad que encontraba (19), que no era constructor de nada, sino destructor de todo (145), afirmaba que “creer en algo no es intolerancia” (25). Pero no todo para él era admisible. Por ejemplo, Spinoza fue calificado de enemigo de la religión, de verdadero Anticristo y de agente de Satanás (78). También, El Leviatán de Hobbes fue prohibido por los protestantes, porque atentaba contra los principios fundamentales del cristianismo y de la autoridad de las Sagradas Escrituras (79).

 

José Carlos Martín de la Hoz

María José Villaverde Rico, Forjadores de la tolerancia, ed. Tecnos, Madrid 2011, 322 pp.