Generar confianza en la Iglesia

 

En la última encíclica de Benedicto XVI y, por tanto, la primera del Papa Francisco, publicada en junio del 2013, pocos meses después de la renuncia del primero y enseguida de la llegada del segundo, la Encíclica Lumen fidei, se aborda magníficamente la cuestión de la fe, la última de las virtudes teologales, después de haberlo hecho magistralmente, en los años anteriores, con sendas encíclicas sobre la caridad y sobre la esperanza.

En esa encíclica última se recordaba audazmente a todos los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, que, en cada etapa de la historia, a cada generación de hijos de Dios, se les pide abordar con la coherencia de sus vidas y la doctrina hecha vida, los puntos del evangelio de Jesucristo que aparezcan más oscuros y difíciles de entender para la cultura imperante, en cada momento de la civilización.

Precisamente ahora, en el comienzo del siglo XXI, la cuestión más imperiosa que se presenta a nuestros ojos es, sencillamente, la de recuperar a confianza en la Iglesia, pues los ataques que se han desencadenado sobre la Iglesia tienen un nombre: las malas conductas de algunos cristianos y especialmente de algunos sacerdotes y la acusación de encubrimiento por parte de las autoridades de la Iglesia, que parecen ensombrecer el rostro amable de la esposa de Jesucristo.

Es urgente, por tanto, pedir perdón por los pecados de todos los cristianos de todos los tiempos y, especialmente, por aquellas faltas que han consistido en forzar la libertad de los niños, jóvenes y personas indefensas. La petición de perdón y el captar el dolor de las víctimas y familiares es necesario para ayudar a curar la profunda herida producida.

También hemos de añadir, que es más urgente todavía mostrar la fidelidad abrumadora de la mayoría de los sacerdotes y religiosos, así como de la verdadera santidad de vida del pueblo cristiano, en tantos logares del mundo.

 Especialmente, hemos de dar gracias a Dios y reconocer las vidas de tantos hombres y mujeres generosos, entregados a Dios, que han sido fieles y, lo siguen siendo, en tareas destinadas en todo el mundo a la formación de la juventud, al cuidado de los pobres, enfermos, la educación de los más jóvenes y desfavorecidos.

Así mismo, hay que recordar que la Iglesia forma a millones de personas indefensas y abandonadas, que sin sus instituciones y misioneros quedarían desamparados. Hay que recordar que caritas en el mundo entero está sosteniendo a muchas familias, también en el primer mundo.

Es todavía más urgente mostrar cómo en los hogares cristianos se han formado a los buenos ciudadanos y a los jóvenes en la virtud de la caridad, aprendida en el hogar por el buen ejemplo que pasa de padres a hijos.

Recordemos, que este es uno de los objetivos de los agotadores viajes del Santo Padre; remover a los cristianos para estar siempre prontos, audaces, en el camino de la misericordia de Dios, donde se nos necesite para servir a los demás.

José Carlos Martín de la Hoz

Papa Francisco-Benedicto XVI, Encíclica Lumen fidei, Roma 29.06.2013