Con este sugerente título Philip Blom
presenta su úlitmo trabajo, continuación y superación de su gran obra sobre la Enciclopedia francesa
del siglo XVIII. La presentación biográfica e intelectual de los protagonistas
de la Enciclopedia
se amplia, en esta ocasión, a los artífices de la Ilustración en
Francia, Italia, Inglaterra, Alemania y los Países Bajos.


Blom va
presentando a cada uno de los filósofos y librepensadores, con sus aciertos y
sus errores, con su trayectoria intelectual y humana, mostrando de ese modo el
marco necesario para entender sus postulados. Al ponerlos en conjunción se puede
entender mejor el significado de los salones de París y la interrelación mutua
entre ellos. Los salones desempeñaban una importante función social en el París
del siglo XVIII. Muchos eran jóvenes recién llegados a la ciudad en busca de
fortuna.


Asimismo el
autor refleja el modo de operar de la Inquisición francesa, estatal, dura y falta de
raíces teológicas y filosóficas, y, a la postre, mucho más incoherente y discriminatoria
que la española.
La censura teóricamente férrea que actuó en el reinado de
Luis XIV, explica en gran parte los modos de actuar de aquellos pensadores y su
utilización del teatro y la novela como vehículos para expresar las ideas. La
filosofía se fue transmitiendo por la literatura que permitía evadir la
censura. Una censura omnipresente que no permitía la libre circulación de las
ideas. Hacía falta el privilegio real para publicar un libro, lo cual implicaba
el permiso de los censores. Las penas eran estrictas, pero aplicadas a
discreción del censor jefe y del Parlamento de París. Algunos cortesanos
utilizaban la censura para destacar a sus protegidos y hundir a sus
adversarios. Las penas eran desde la destrucción del libro a una estancia en la Bastilla, las galeras o
la pena de muerte.


Es
interesante, en todo este período de la historia del pensamiento, la feroz
lucha entre los agnósticos y los materialistas ateos, entre los partidarios de
las nuevas luces manteniendo el orden social y reduciendo la nueva cultura a
cenáculos, y los que actuaban con prisa, con deseos de ruptura total. El modelo
primero sería Voltaire (1694-1778) En 1727 se exilia a Londres donde conoce los
escritos de Newton y Locke y aprende inglés. Desde allí y, después, desde la
frontera, movía hábilmente sus peones. Voltaire no era un revolucionario,
criticaba la influencia de la religión en la política, deseaba cambiar la
sociedad pero sin derrumbar el orden existente. Vivió cómodamente toda su vida
gracias a la fortuna que hizo con sus obras y como prestamista a diversos
monarcas. Criticaba la religión y el absolutismo regio pero sin derrumbarlos.
El otro extremo sería Diderot (1713-1784)


El
fondo del ataque a la Iglesia Católica, en realidad muestra un gran desconocimiento
de ella, así como una teología y filosofía pobres y mal fundamentadas. La Teología católica
francesa aparece desvaída y sin fuerza para afrontar el ataque y pobre para
hacer surgir con vigor la verdad de la fe que predicaba. Por otra parte "la ciencia estaba cambiando el mundo y no
necesitaba de la teología para hacerlo
" (p.120).


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Philip BLOM, Gente peligrosa. El
radicalismo olvidado de la
Ilustración europea, ed. Anagrama, Barcelona 2012