Hacer disidencia

 

La lectura de este interesante trabajo del profesor y ensayista francés Éric Sadin acerca de la disidencia, me ha recordado una y otra vez a los viejos luchadores marxistas de la universidad de mayo del 68, a la lucha de clases y a la dialéctica materialista siempre en busca de la confrontación.

Me ha venido a la cabeza muchas veces en estos días las obras marxistas de historia que tuve que leer hace cincuenta años cuando estudiaba la Evangelización de América y pacientemente tenía que leer las obras de Enrique Dusssel y su análisis de lo sucedido en América hace quinientos años.

El concepto de disidencia de Sadin ha recibido, indudablemente, un lavado de cara, puesto que desde la caída del muro de Berlín el marxismo ya no está de moda, a pesar de que determinado grupo político lo intente día tras día desde el telediario de la primera cadena.

Es lógico que Sadin, que ha sido fiel a sus ideas, no deje de manifestar la perenne inquietud de algunos para provocar el conflicto y la disputa como motor de la historia y, sobre todo, actuar así antes que “caer en el estado de gramófono” (p. 91).

Evidentemente, desde las primeras páginas del libro, nuestro filósofo nos pondrá en guardia frente al porvenir que nos espera, pues los gobernantes del mundo entero están pactando con las grandes multinacionales las políticas económicas y sociales. De modo que, si la democracia no mantiene la separación de poderes caeremos indefectiblemente en el poder de la economía globalizada y el mando tecnocrático de las empresas gigantes (19).

Es interesante, por otra parte, comprobar cómo el Santo Padre Francisco se ha involucrado personalmente en un estadio febril de concentración en el concepto de “integración” intentando que permee en la Iglesia y en el mundo el concepto de sinodalidad; de buscar que todos metan el hombro y tomen la Iglesia como algo propio en lo que les va la vida. Verdaderamente, solo parece que puede suprimirse la visión crítica del disidente, del que entra en liza contra el hermano, mediante la integración. Como afirma el papa Francisco: mirar primero lo que nos une, lo que puede hacer entendernos. Lo malo es que en vez de abrirnos a los bienes espirituales acabemos abocados a lo materia, a la cultura de la carencia (p. 113).

Es interesante, que nuestro autor reconozca que algunos de los “antiguos disidentes” han empezado a volver a buscar el estado del bienestar, el bien común o de muchos, en el mundo globalizado en el que hemos desembocado (140). Efectivamente, el peligro de sustituir las ideas por empresas provocará esclavitud: “Todas estas instancias de poder, dispersas y poderosas, han instaurado en consecuencia un utilitarismo cada vez más generalizado, elevado al rango de única primacía, de forma de vida ya universal, que hace que cualquier situación sea explotada para generar ciclos continuos de rotación de capital” (162).

José Carlos Martín de la Hoz

Éric Sadin, Hacer disidencia. Una política de nosotros mismos, Herder, Barcelona 2023, 246 pp.