Hay un misterio en el mundo

 

En la teología de la historia y en la filosofía de la historia se han entrecruzado preguntas claves desde el comienzo de las relaciones fe y razón, pues para el creyente y, en general, para quien medita sobre el ser de Dios y su acción salvífica del hombre, es válido lo que apuntaba Ratzinger en su tesis de habilitación sobre la teología de la historia según san Buenaventura, donde se interrogaba: “¿Cómo puede ocurrir históricamente lo que ya ha ocurrido? ¿Cómo puede tener un significado universal lo que es único e irrepetible? (…) ¿Cómo se conjuga la historia humana con la eternidad de Dios?”.

Indudablemente, el cruce entre el tiempo y la eternidad, entre lo finito y lo infinito, entre lo material y lo espiritual que se produce en el misterio de la encarnación no deja al cristiano indiferente, remueve y hace meditar sobre estos misterios.

Asimismo, tampoco deja indiferente al judío que acepte que la Sagrada Escritura está revelada, que es, por tanto, Palabra de Dios, pues lógicamente estaríamos ante el fundamento clave de la religión judía y, por tanto, de la esperanza mesiánica y de la tradición fundante.

Precisamente, en la obra del pensador judío y alemán Gershom Scholem (1897-1982), emigrado a Palestina en 1923, e incorporado a la Universidad Hebrea de Jerusalén desde 1933 hasta su jubilación en 1965, destacan expresamente sus trabajos e investigaciones sobre la mística judía y la Cábala.

Así pues, leamos detenidamente esta breve obra del profesor y Académico de Israel, que ofrece Trotta, para conocer de primera mano el ángulo de la visión filosófica y teológica de nuestros hermanos mayores en la fe, como los denominó hace unos años san Juan Pablo II.

En primer lugar, se refiere Scholem a los judíos cuya “convicción acerca del carácter divino de la Torá (más allá de cualquier cuestionamiento histórico) les confiere un patrón de medida que permite, en principio, ofrecer respuestas formularias a todas las cuestiones que surgen en la vida del judío” (11). Inmediatamente, para caracterizar la posible teología judía, desciende “a las fuentes a las que puede acudir dicha teología”. En seguida señala tres: “la Biblia, la tradición rabínica y la tradición cabalística” (12).

La conclusión a la que llega el propio Scholem sobre esas fuentes es la falta de unidad: “una gran variabilidad en la selección de lo que se presenta como judaísmo” (13). Eso sí, señala nuestro autor, la falta de unidad: “no se refiere a la creencia en la existencia de Dios (…), sino con las diferentes interpretaciones que ha tenido el concepto de revelación” (14). Finalmente, señalemos que el autor apoya: “La tesis fundamentalista de la inspiración verbal y el carácter divino de cada palabra y hasta cada letra. La fuerza concentrada en el nombre mismo de Dios, que es propiamente hablando, la auténtica palabra que Dios emite. Y el aspecto de Dios que se nos manifiesta en virtud de su fuerza creativa está transido de la infinitud divina” (17).

José Carlos Martín de la Hoz

Gershom Scholem, Hay un misterio en el mundo. Tradición y secularización, ediciones Trotta, Madrid 2006, 140 pp.