Historia de la violencia

 

La profesora Karen Armstrong, experta en violencia y religión, ha realizado un gigantesco esfuerzo para analizar las relaciones entre violencia, religión y poder civil a lo largo de la historia hasta la actualidad. Como es lógico en un recorrido tan amplio, hay muchas cuestiones en las que no ha logrado realizar una tesis equilibrada y objetiva, pues, entre otras cosas, ha utilizado grandes síntesis de otros autores y poco estudio de fuentes directas, como se puede comprobar en la lectura del trabajo, y especialmente en las citas y la bibliografía.

El objetivo del trabajo es comprobar cómo la religión ha sido utilizada en la actualidad para achacarle los males de la violencia, a modo de chivo expiatorio: "En Occidente, la idea de que la religión es inherentemente violenta se da por sentada y parece evidente" (13). A lo que añade después: "algunos afirman que el monoteísmo es esencialmente intolerante y que una vez que los pueblos creen que Dios está de su lado, el compromiso resulta imposible" (14). Finalmente señala cómo la cultura de la ilustración y las guerras de religión del siglo XVII acabaron por imponer el mito de que la religión había de ser excluida de la vida política y reservada al ámbito privado (15).

La autora estudia la violencia en las civilizaciones antiguas, comprobando como el Estado utilizaba la violencia para imponer su domino. Al llegar al pueblo judío muestra una lamentable interpretación de la Escritura  (129, 133). Lo mismo sucede con el Nuevo Testamento (152, 155). Finalmente, su pobre estudio de la expansión del cristianismo, la conservación de la fe (165), el martirio (167), las disputas cristológicas y trinitarias (175), el monacato (178), etc., dejan mucho que desear. Tampoco logra dar una visión profunda de la Inquisición (425) y de la conquista de América (288). Respecto al Islam, la autora ha logrado documentarse mejor, aunque asume la yihad radical con toda naturalidad (204) y centra su atención en la sucesión del Profeta y el cisma: "Alí fue asesinado por un jariyí en el 661. El trauma de esta guerra civil marcó la vida islámica para siempre" (209).

El libro mejora al acercarse a la actualidad y, en concreto, en el tema del terrorismo: "Los ataques suicidas son, por lo tanto, fundamentalmente una respuesta política a la ocupación militar" (391). A lo que añade: "los psiquiatras forenses que han entrevistado a los supervivientes han descubierto que el deseo de convertirse en héroe y lograr la inmortalidad póstuma era un factor poderoso" (392). Más adelante, al hablar del 11-M afirmará: "El modelo de alianza entre cruzados y sionistas de Bin Laden se aprovechó de temores conspirativos muy arraigados en los países musulmanes, donde la falta de transparencia gubernamental impide que la información correcta sea conocida" (409).

En las palabras finales, ante la violencia y la injusticia en el mundo afirmará: "Tenemos que encontrar algún modo de hacer lo que la religión –en sus mejores momentos- ha logrado durante siglos: construir la sensación de una comunidad global, cultivar el respeto y la ecuanimidad hacia todos y responsabilizarnos del sufrimiento que observamos en el mundo. Ningún Estado en la historia de la humanidad, por grandes que hayan sido sus logros, ha dejado de contraer la mácula del guerrero. Todos nosotros, laicos o religiosos, somos responsables del estado actual del mundo" (431).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Karen Armstrong, Campos de sangre. La religión y la historia de la violencia, ed. Paidós, Barcelona 2015, 575 pp.